En enero de 2002 acudí por primera vez en un gabinete de neuro-psiquiatría muy conocido en Bilbao. Me enviaron a él del servicio de urgencias de en una clínica en la calle Gordóniz, al que acudí por sentir una gran angustia e hiperactividad. Se me hicieron unos análisis y se me puso una medicación con diagnóstico de Síndrome depresivo mayor. Durante un año estuve compaginando psicoterapia con psiquiatría, siendo en esta última las visitas de sólo dos minutos y para recetarme medicación.
Tuve continuas recaídas y el retroceso era notable día a día. Se me diagnosticó entonces trastorno de la personalidad límite, sin haberme realizado ningún análisis previo, y de la gran hiperactividad había pasado a un estado de no ser capaz ni de moverme. Durante ese tiempo tuve varios ingresos y, como las recaídas continuaban, se me ingresó de nuevo por un cambio de medicación en la que entraba el litio, sin ni siquiera previamente haberse hecho una litemia. Entonces, y después casi de año y medio, se me volvió a hacer una analítica completa, donde se vio que tenía el hígado dañado a causa de la medicación. Al de un mes volvía a ingresar por última vez en el citado servicio, y se me diagnosticó trastorno en el control de impulsos.
Por último fui enviada por urgencias al Hospital de Cruces, de donde se me derivó al Psiquiátrico de Zamudio. Allí, en dos días el psiquiatra me diagnosticó claramente y con análisis un trastorno afectivo bipolar y me dijo que, con una semana más en la clínica y con el nivel de medicación que me daban, las consecuencias para mi salud habrían sido muy graves, por la intoxicación medicamentosa que me habían provocado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 2 de julio de 2003