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COLUMNA

En secreto

Detrás de un revuelo político, un acto de corrupción, una fuga fiscal, un golpe de efecto, una dimisión, un cese o un viaje a los infiernos sin garantía de vuelta, hay, muchas veces, una mujer, un hombre y un secreto entre ambos de compleja confesión. Los espacios de trabajo o los foros políticos propicia una suerte de enamoramiento entre compañeros de oficina o de corporación que, en muchos casos, anula el entendimiento, colapsa los sentidos y aboca a decisiones de verdadero riesgo.

Entre dejar a la familia (incluido el equilibrio emocional y el bienestar cotidiano) y conformarse con la clandestinidad de una habitación de hotel existe todo un abanico de fórmulas para paliar los embates de la pasión. Hay quienes por una mujer diferente a la que tienen, casi siempre más joven, más propensa a las caricias, más sensible si cabe, son capaces de arrastrase en la locura y hasta de matar al padre. También ellas ven en uno, más allá de su descuidada morfología, su halitosis o su inevitable alopecia, a un ser que seduce por razones tan ocultas como su amplia notoriedad social, su posición de jefe o su carisma invencible. Ellas también serían capaces, llegado el caso, de liarse la vida a la cabeza y lanzarse al vacío. Pero lo más recomendable es que ambos apuren al máximo ese tiempo de descubrirse a solas, de rociarse mutuamente en la morbosidad del secreto, de hacer de la clandestinidad un estado lo más extenso posible. Sólo aquéllos que se precipitan haciendo público su idilio nada más iniciarse, pierden el compás de las cosas, se dan cuenta del error al remitir la calentura, cuando ya es tarde, y se quedan sin nada. Lo otro, lo de amarse en silencio -pese al agrio regusto a traición que ello genera- ha hecho que miles de enamorados perduren más allá de lo imaginable. Sé de varias parejas que sólo pudieron unir sus vidas cuando ambos enviudaron. El caso de Katharine Hepburn y Spencer Tracy es de los más extraños y bellos de la historia. Él, católico convencido, jamás abandonó a su esposa y, sin embargo, amó hasta su muerte a la actriz más admirada de América. Desde el pasado domingo andan juntos como dos debutantes, mano con mano, sin arrepentirse posiblemente de nada.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 3 de julio de 2003