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Crítica:

Sin cabos sueltos

En los cuentos ocasionales de Benjamín Prado, los publicados en diarios y antologías, ya se podía intuir su gusto por la invención bien elaborada, coherente, sin cabos sueltos. En sus novelas, esa exigencia de coherencia, la armonización de tema y forma no son diferentes. Ahora publica un libro compuesto de nueve piezas y concebido con el criterio que deben tener los buenos libros de cuentos. Un patrón estilístico, una filosofía compositiva y una visión del mundo. Cada pieza es una historia diferente, con sus zonas de sombras, sus sinuosidades psicológicas, sus expectativas insondables. Jamás saldré vivo de este mundo es el libro de cuentos de los autores con instinto para el género. Prado usa el viejo método de Hemingway, el de la punta del iceberg, que es el que tiene mayor validez a la hora de calibrar la modernidad de un autor. Prado, además, tiene sentido de la invención, un requisito que sumado al instinto puede resultar definitivo. Algunos ejemplos. He leído con fascinación Todo lo que vio Alberto. Puede decirse, que como Las babas del diablo, el cuento de Cortázar, gira en torno a una foto. Prado hace que este admirable relato tenga su centro de gravedad en un costado del mismo. La revelación se produce en un instante, el de mayor placer para el lector de nuestros días que busca el fragmento del famoso iceberg que no ve. Hay que matar a "Roco" podríamos decir que es un cuento político-moral. Es la metáfora del individuo perdido entre su subjetividad y el medio a punto de fagocitarlo. Veamos el cuento que da título al libro. Un relato opresivo, trabajado con el ritmo de lo inevitable. En él sale Asier, un personaje que nos recordó por su nombre a un hermano del protagonista de Alguien se acerca , la novela en la que Prado hace salir a Juan Marsé. Este cuento tiene algo de Marsé, con su protagonista a lo pijoaparte y con una parecida sensación de sombrío malentendido. Los muros se mueven resumen lo mejor de este personalísimo libro. La distancia entre narrador, héroe y fábula es un ejemplo de lo que debería ser la esencia del dominio de una buena técnica, un buen asunto y la ilusión de un desenlace. El trazo necesariamente frío, la ambigua calidez de lo humano y lo inerte, esa parte de la vida que no sospechamos, son los elementos que configuran este muy interesante libro. "No hagas lo que otro cualquiera podría hacer", le dijo un día Fitzgerald a Hemingway a propósito de Fiesta. En los cuatro cuentos que comenté hay bastante de esa exigencia de singularidad.

JAMÁS SALDRÉ VIVO DE ESTE MUNDO

Benjamín Prado

Alfaguara. Madrid, 2003

268 páginas. 16 euros

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de julio de 2003

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