Desenchufado y sin compañía. Salir únicamente con una guitarra y cantar durante hora y tres cuartos para tres mil personas no está al alcance de muchos. Caetano lo hace con la sencillez de quien se sienta en el salón de su casa, ya sea en Río de Janeiro, Nueva York, Buenos Aires o París. Y se plantó en el escenario con la sonrisa de quien sabe que tiene la partida ganada de antemano. A partir del disco Fina estampa y desde Hable con ella, la relación de amor con el público español no ha dejado de crecer.
Una ventaja de venir solo es que no corre el riesgo de perder los instrumentos, como le ocurrió en Venezuela cuando un grupo de hombres armados robó el camión que los transportaba. Claro, que también se quedó sin su guitarra más querida tras prestársela a unos amigos.
Caetano Veloso
Veranos de la Villa. Patio Central de Conde Duque. Madrid, 4 de julio.
Abrió con Os passistas, y la frase "postal con toros en Madrid" levantó los primeros gritos de aprobación. La letra habla de "pasos que lanzan moda y dirán al mundo por dónde ir". Consciente o no de ello, Caetano Veloso se ha pasado años explorando nuevas perspectivas estéticas, sonoras o poéticas, desde Tropicália o Araçã azul hasta Livro o Noites do norte.
Su delicado recital se compuso de una buena dosis de clásicos propios (Trilhos urbanos, Luz do sol, Qualquer coisa, Menino do Rio ...), canciones de los últimos años como Não enche o Desde que o samba é samba, éxitos ajenos como Sonhos y Sozinho -no siempre entendidos por la crítica brasileña- o Mimar você, que Caetano presentó como una de esas cancioncillas del carnaval de Bahía que no parecen gran cosa y son tan bellas.
Lo primero en español fue Sabrá Dios ("Sabrá Dios si tú me quieres o me engañas, pero presiento que no estás conmigo aunque estés aquí"), el bolero de Álvaro Carrillo, el mexicano de Sabor a mí. "No lo iba a cantar e iba a cantar otro porque sé muchos", confesó sin falsa modestia. Y es que tiene una memoria poco común para recordar canciones brasileñas, norteamericanas, cubanas o argentinas, como ese antológico tango de Gardel y Le Pera Cuesta abajo.
A sus casi 61 años, es el Dorian Gray de las cuerdas vocales. Nunca había cantado con la elegancia, dulzura y refinamiento con que lleva haciéndolo en estos últimos años.
Cada noche de su gira europea cambiará parte del repertorio en función del lugar o su estado de ánimo. En Portugal no resistió la tentación de interpretar unos fados, en Francia probablemente no falte Tu te laisses aller, de Aznavour, que Godard usó en Una mujer es una mujer -otra referencia cinéfila-, y en Italia, seguro que hay espacio para algo de Nino Rota, Come prima o Luna rossa.
En el día que los norteamericanos conmemoraban su independencia, Caetano anticipó con Stardust algo de su anunciado disco angloamericano. A Trueba le dedicó Coração vagabundo, y a Almodóvar, cómo no, Cucurrucucú paloma, que parecía el no va más de la cursilería hasta que él la convirtió en una nana asombrosa. Y antes de Terra, por si quedaba alguna duda de lo mucho que le gusta el cine, se acordó de Julio Medem. En Menino do Rio dice: "Toma esta canción como un beso". Y a eso se dedicó: a repartir besos en forma de canción. Es un artista en su mejor momento. Y tenemos el privilegio de estar disfrutándolo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 6 de julio de 2003