Triste espectáculo el que se produjo el miércoles pasado en el centro Conde Duque. En torno a 400 personas nos perdimos los primeros 45 minutos del concierto de la Niña Pastori, que duró menos de dos horas, debido a la falta de previsión y profunda ineptitud de los organizadores del Conde Duque. Al llegar media hora antes del espectáculo para recoger las entradas que había adquirido por teléfono, tal y como me recomendó la persona que me atendió, me encontré con tres colas de unas 200 personas cada una. Más de una hora transcurrió entre que me puse en la cola y entré en el concierto.
Sin embargo, lo más triste de todo son las reacciones a este escándalo. No había hojas de reclamaciones a disposición de los clientes. Sólo un pequeño grupo reaccionó furiosamente frente a la pasividad de la gran mayoría de los que esperaban recoger las entradas que ya habían pagado. No hubo ningún intento de pedir disculpas por parte de los organizadores. Y lo peor de todo, con la asfixiante falta de salas de conciertos en Madrid, lo más probable es que tarde o temprano tendré que volver a ser cliente del Conde Duque si quiero disfrutar de un poco de música.
Ante la pasividad y la falta de mecanismos de protesta, difícilmente conseguiremos mejorar aquello que funciona mal en nuestra ciudad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 8 de julio de 2003