Es un misterio cómo acentúa los tiempos de Samba da minha terra o Aguas de marzo y recompone canciones grabadas mil veces y otras tantas destrozadas. Rosa Passos tiene un don divino para hacerlo y parece instalada desde pequeña dentro de esa batida rítmica que João Gilberto se sacó de la samba para inventar la bossa.
Se sentía feliz -su hermana y su cuñado viajaron desde Boston para verla- y contó que el chelista Yo Yo Ma la había invitado a participar en su nuevo disco y en la inminente gira mundial.
Nombró a sus cantantes de jazz preferidas -Billie, Ella, Betty, Shirley y Nancy- y confesó su devoción por Elis Regina, a la que dedicó Altos e baixos.
Brillaron Lula Galvão, miembro de una escuela armónica que ignora a los correcaminos del mástil, y el joven Paulo Paulelli, un contrabajista al que ella mira con orgullo de madre y al que han elogiado Ron Carter y John Patitucci.
Rosa Passos
Rosa Passos (voz y guitarra), Lula Galvão (guitarra), Paulo Paulelli (contrabajo), Fabio Torres (piano) y Celso de Almeida (batería). Calle 54. Madrid, 8 de julio.
Canciones propias como Juras o Dunas han permitido descubrir a quien permaneció años dedicada a cuidar de sus hijos: una mujer con un fraseo único y un timbre de voz que es una caricia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de julio de 2003