No es noticia el afirmar que la mentira está instalada casi de un modo generalizado en la clase política. En el debate último sobre el estado de la nación quedaron en evidencia las acusaciones mutuas de los líderes políticos al respecto. Podría ser sólo la punta del iceberg, indicativa del estado de corrupción en que chapotean nuestros políticos.
Tal actitud inmoral ataca de raíz la credibilidad del ciudadano en sus representantes. Se impone un remedio urgente y eficaz para salvar la esencia de la democracia, basada en la verdad y la libertad.
Buen ejemplo el que ha dado el presidente de la Comunidad de Madrid, señor Ruiz-Gallardón, destituyendo, sin contemplaciones, al señor Basterreche por haber mentido en relación con el promotor Vázquez.
Podría ser un remedio duro y doloroso, como lo es cortar un miembro gangrenado, pero la salud total del cuerpo democrático así lo exige.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de julio de 2003