Con la filmación de una escena que arrancó lágrimas de actores, productores y hasta quebró al propio director del filme La última luna, el chileno Miguel Littin (1942) culminó el rodaje en Palestina de una cinta que en una hora y 45 minutos mostrará la historia de una amistad entre un judío y un palestino, una alegoría de la paz. Con el ambiente de fondo de una fiesta de matrimonio, mientras otros bailan, el personaje, un palestino, le dice a sus hijos que dejan el lugar: "Nunca seremos más que hoy día". Siendo niño, Littin escuchó alguna vez decir esta misma frase a su abuelo.
"Son los misterios del cine. En ese momento se quebró todo el mundo. Yo también. Un director siempre está expuesto a estas emociones. Ojalá que el filme pueda transmitir esa emoción al público", afirma por teléfono Littin desde el pequeño pueblo de Beit Sajour, en Palestina, donde permaneció después de terminar el rodaje de una película cuyo guión escribió en un par de semanas.
El realizador espera comenzar a rodar la adaptación de 'La agonía del dragón'
Aunque el rodaje finalizó hace una semana, se quedó unos días más en esta tierra de sus ancestros. Se muestra entusiasmado y lleno de nuevos proyectos. "Siempre trabajo en varias cosas al mismo tiempo", dice. El director de El chacal de Nahueltoro (1968) -considerada una de las películas más sólidas del cine chileno, donde narra una historia real, la de un asesino múltiple que vivía en estado casi salvaje y aislado en el campo, y que después de ser educado y comprender lo que hizo es condenado a muerte y fusilado- cuenta que está aprovechando para dar conferencias sobre un documental anterior (Crónicas palestinas. Los caminos de la ira), y además tiene que editar La última luna y está terminando una novela, Los días de Pablo Ramiro.
Esta historia relata la relación de un campesino que no salió de su casa en los últimos 30 años con Salvador Allende, el presidente socialista chileno, derrocado en 1973 por los militares. "Es una caminata por el interior de Chile, en una especie de túnel del tiempo, con otro personaje, el señor Petates".
Con protagonistas chilenos (Tamara Acosta, Alejandro Goic, Francisca Merino) y actores palestinos y judíos, Littin consiguió embarcar al pueblo de Beit Sajour en el rodaje. "Participaron todos". Al rodar en territorios ocupados, el elenco debía atravesar con frecuencia los controles del Ejército de ocupación, soportando revisiones y preguntas.
Los sobrevuelos de aviones F-16 y de helicópteros Apache son todavía frecuentes. "Tratamos de evitar que esto afectara a la productividad. Hicimos todas las escenas. Tuvimos que mantener la dignidad frente a la prepotencia militar", sostiene.
Los paisajes y localizaciones elegidos (además de Beit Sajour, el mar Muerto, Hebrón, Belén, Jerusalén, el río Jordán, entre otros) permitieron crear "una buena atmósfera. No puedo decir que estoy satisfecho, porque siempre quiero más, en una búsqueda imposible. Pero las cosas salieron como corresponde". Cuenta que los actores chilenos fueron adoptados por los lugareños. "Adoraban a Tamara Acosta, la invitaban a tomar café o té en todas partes y le hicieron el vestido. Hay que imaginarse que, en un pueblo chico como éste, una filmación en medio de una guerra es un gran acontecimiento, algo muy diferente de la rutina cotidiana".
Littin espera que La última luna provoque polémica, como lo hizo antes Crónicas palestinas. De otra manera, "es mejor dejar la pantalla en blanco". La considera una película cercana a los sentimientos, profunda, sobria y apegada a lo telúrico, a la tierra misma.
Con una filmografía de más de veinte películas y documentales, premios, dos nominaciones a los premios Oscar y varias novelas a sus espaldas, Littin espera comenzar a rodar en Navidad la adaptación de La agonía del dragón, la novela del periodista Juan Luis Cebrián. Cuenta que hizo el guión respetando "el espíritu tierno e irónico de Cebrián", en una labor que implicó varias versiones y cuatro o cinco reuniones entre ambos. Aspira a reflejar esa "fe inconmovible de cambiar todo, del 'prohibido prohibir' y 'seamos realistas, pidamos lo imposible" que inspiraba a los que vivieron el 68.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de julio de 2003