La Liga Norte sufrió la pérdida de uno de sus hombres en el Gobierno italiano. El viceministro de Turismo, Stefano Stefani, que ridiculizó a los alemanes, tuvo que dimitir. Durante el día, el primer ministro, Silvio Berlusconi, desplegó una intensa labor de apagafuegos para limar la guerra entre la Liga y el vicepresidente, Gianfranco Fini, que había llegado a sugerir en unas declaraciones la necesidad de prescindir de la formación de Umberto Bossi. La guerra entre estos dos partidos de la coalición fue evitada in extremis gracias a la intervención personal de Il Cavaliere.
Fue el propio Stefani el que comunicó la noticia de su dimisión durante un mitin nocturno. "Es curioso que se vea señalado y culpabilizado el único que ha alzado la voz para lavar un ultraje hecho en el Parlamento europeo a nuestro país", dijo el ya ex viceministro, justificando su artículo contra los alemanes como una respuesta a las críticas a Berlusconi del eurodiputado alemán Martin Schulz, al que el primer ministro comparó con un kapo nazi. Lo cierto es que el retrato de los alemanes que hizo Stefani, llamándoles entre otras cosas, "soberbios", "ultranacionalistas" y gente con complejo de "primeros de la clase", desencadenó una segunda tormenta diplomática que decidió al canciller alemán Gerhard Schröder a cancelar sus vacaciones veraniegas en Italia.
Schröder indicó ayer cuál debía ser el destino político de Stefani al declarar en una entrevista con la edición alemana del diario económico The Financial Times: "En mi Gobierno no habría durado ni una hora". Tras la dimisión del viceministro italiano, el canciller aseguró anoche que estaba dispuesto a veranear de nuevo en Italia, pero no antes del próximo año.
Horas antes del anuncio de Stefani, el vicepresidente Fini había insinuado ya, en un encuentro con periodistas europeos invitados a Roma por la presidencia italiana de la UE, que Berlusconi reclamaría la dimisión del político liguista de forma inmediata.
La dimisión de Stefani cerró una jornada tormentosa para el Ejecutivo, iniciada por el líder de Alianza Nacional (AN), Gianfranco Fini, que en unas declaraciones en Il Corriere della Sera, advertía a Bossi de que si abandona el Gobierno, "nadie va a ir detrás de él". "La Liga debe comprender que con el 3% de los votos, no puede dictar la línea política", añadía, no sin acusar al partido de Bossi de moverse "en una óptica parcial, socialmente restringida y limitada geográficamente a la inexistente Padania". Declaraciones explosivas porque ponen el dedo en la llaga de los problemas de cohesión interna.
El día anterior, y en el mismo diario, Bossi había explicado su descontento con un Gobierno que en dos años de vida no ha puesto en marcha ninguna de las reformas institucionales pactadas con su partido, especialmente la famosa devolución de competencias a las regiones en materia de policía local, Sanidad y Educación. Bossi exigía un nuevo pacto de coalición para seguir adelante. La respuesta de Fini no puede ser interpretada sino como la expresión de un frío cálculo.
Fuerza parlamentaria
La Liga, con sus 30 diputados no es imprescindible para la supervivencia parlamentaria del Gobierno, al menos en la Cámara de Diputados. Por el contrario, Il Cavaliere necesita los 99 diputados de AN, segundo gran partido de la coalición después de Forza Italia, que cuenta con 176 escaños. Incluso los ex democristianos de la UDC, con sus 40 diputados, miran desafiantes a los liguistas, convencidos de poder atraer al Gobierno al grupo hermano de Clemente Mastella, surgido también de las cenizas de la Democracia Cristiana. Sólo el ministro de Cultura, Giuliano Urbani, salió ayer en defensa de la Liga, y reconoció que Bossi "tiene una parte de razón" en sus quejas sobre la parálisis de las reformas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de julio de 2003