Después de más de veinte años de Constitución, y en virtud del concordato, el catolicismo en España sigue siendo no sólo una opción personal, sino un poder fáctico. Independientemente de los análisis que se puedan hacer desde diferentes aspectos, legal, histórico, social... del decreto por el que el Ministerio de Educación convierte en evaluable la religión católica y su alternativa laica, creo que la postura de los laicos -sean de izquierdas y algún otro de derechas- en este tema es poco inteligente.
Me explico, actualmente se puede aventurar que el porcentaje de alumnos que optan por la religión en los centros de enseñanza media debe superar con creces el 60%. Los conocimientos que estos alumnos tienen de los dogmas del catolicismo, por lo que he podido saber en mi trato con los profesionales de la educación, son un auténtico dislate, llegando en algunos casos a la superstición y en el mejor de ellos en una religión "a la carta": esto lo cojo, aquello lo dejo. Por supuesto, la interpretación que estos alumnos puedan hacer de un pórtico románico, aspecto muy resaltado en estos últimos tiempos, es en la mayoría de los casos igual que sus condiscípulos laicos.
La experiencia de parte de mi generación es que la presión religiosa imperante en la España de los sesenta y setenta fue la que nos hizo reflexionar y buscar otro horizonte personal más libre y tolerante. Por ello, creo firmemente que deberíamos aplaudir a la señora ministra por su nuevo decreto y exigir su fiel cumplimiento en los centros de enseñanza. Pues será el efectivo conocimiento del corpus doctrinal católico, evaluable, durante tres horas semanales a lo largo de varios años, el que nos proporcione en el futuro generaciones de españoles que por fin sean capaces de trucar el poder ideológico que la Iglesia tiene en este momento. Evidentemente, la señora ministra es un poco maquiavélica. ¿Quieres café? ¡Toma tres tazas!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de julio de 2003