Aquella vigorosa perspectiva que delineó Lenin del poder para los sóviets y la electrificación de todo el país, hoy ya se puede comprar en cualquier tienda de chucherías al mismo precio que una estampa del zar Nicolás II. Es la respuesta más módica del pequeño comercio a los teóricos de la tercera vía, y simultánea y paradójicamente un muestrario del pensamiento único, en tanto en cuanto el mercado se impone a la política y a la historia. Ni la vigorosa perspectiva revolucionaria, ni el zar de todas las Rusias pasan de la volandera anécdota ni del abarrote de a tres kopecs. Y cómo algo tan insignificante, descubre la batería del lúcido James Petras: "Más que una ruptura con lo existente, la tercera vía reproduce las políticas neoliberales de la vieja derecha, mientras se distancia del bienestarismo de las tradiciones democráticas". Y aún, en su osadía intelectual, afirma que los líderes de la tercera vía se valen del poder de los antiguos partidos socialdemócratas, para subordinar a los trabajadores al nuevo capitalismo del libre mercado. Qué sacrílego.
Ahora, cuando la izquierda del centro se va salmodiando con flores a Kant, para que le enderece tanto renglón, James Petras parece que todavía anda tras el cerebelo dinamitado de Marx, como si en una sola de sus neuronas, pretendiera desvelar el ADN de la lucha de clases. Los hay utópicos y palizas. Petras o quién sabe. Pero es que la reciente cumbre de Londres, con 500 políticos e intelectuales progresistas, dudosamente de izquierdas, con Blair y otros de su laya a la cabeza, ha resultado, además de confusa, inoperante. Las propuestas de Mandelson, son de cartilla escolar. Sin duda, por esas frustraciones, se alteran los nervios y se escuchan las viejas voces bolcheviques.
Y contra críticas, como las de Petras, y el derecho al pataleo de los descamisados, ni los neoliberales ni los progresistas pueden hacer más. La solución la dio, hace años, un banquero: "El hombre que se ducha diariamente y se pone diariamente también una muda limpia nunca será comunista". Ay de Giddens. Más mudas, pues. Más duchas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 16 de julio de 2003