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OPINIÓN DEL LECTOR

Teatro Real

Las 17.50 por la pantalla del Teatro Real. Los acomodadores de las butacas impares de la tercera planta han cerrado las puertas. El director tarda cinco minutos en salir, pero pese a haber llegado a tiempo no me permiten la entrada. El jefe de acomodadores reconoce ser ubicuo y saber que las puertas se han cerrado después de las 18.00.

Solicito hojas de reclamación, pero no hay. Se me da un libro de actas y se me asegura contestación. Tras varias consultas llamo a la jefa de sala, que tarda en bajar y no sabe nada ni está en condiciones de saberlo, pero dice saberlo todo e incluso me insulta. Todo lo hago constar en el libro de actas. Envío e-mail a gerencia y trato de hablar con la gerente. Respuesta por e-mail: lo sienten mucho y se lavan las manos. No he tenido respuesta a lo escrito en el libro de actas. Nuevo e-mail. Nuevos intentos de hablar con la gerente (muchos). Las secretarias dan coba y dicen que se lo transmiten y que si lo cree oportuno me llamará.

¿Es que el público del Real tiene que aguantar con total estoicismo tantos desatinos y caprichos?

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 16 de julio de 2003