Respecto a la crisis económica que sufre el hospital Clínico de Barcelona y que tanta repercusión ha tenido en la prensa catalana, quisiera, en primer lugar, solidarizarme con sus trabajadores, ya que la incertidumbre en el centro laboral no es el mejor estímulo para realizar nuestro trabajo.
Pero también quiero dejar claro que el déficit económico del Clínico ya hace años que se acumula, con inversiones en recursos humanos y materiales que nos ponían amarillos de envidia al resto de trabajadores de la sanidad catalana; mientras, a los centros públicos del Instituto Catalán de la Salud (ICS) se nos ha impuesto estrictamente el déficit cero, con sueldos más bajos, menos infraestructuras y la obligación de atender cualquier tipo de patología.
Los tres grandes hospitales del ICS en Cataluña han mantenido y ampliado sus líneas de excelencia gracias al voluntarismo de los trabajadores implicados a la vez que son centros de referencia de la mayoría de población catalana y están implicados en todos los asuntos graves de salud pública.
Tenemos que asumir que el dinero que financia la sanidad catalana es dinero público, sea del Departamento de Sanidad, del ministerio o del Ayuntamiento. Por ello, creo que el objetivo que alcanzar es que el máximo de catalanes obtengan el máximo de beneficios sanitarios.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 17 de julio de 2003