José Maria Olazábal, (Hondarribia, 1965) lleva veinte meses sin ganar nada. Nada de nada. Pero según su hombre de confianza, Sergio Gómez, "la cosa puede cambiar esta semana". Gómez dice que tiene vibraciones "positivas" y mientras lo dice luce en la cabeza la gorra negra con el anagrama del Open Británico de 1999. Y no es por capricho o por una falta de atención al calendario. Ni siquiera por prescindir de las urgencias de la moda. Es que en esa fecha, Olazábal ganó el torneo.
Los presentimientos de Gómez se fundamentan en algunos acontecimientos que han variado las rutinas del vasco en las últimas semanas. La semana pasada, por ejemplo, durante el Abierto de Escocia, Stewart Smith, el que fuera entrenador del malagueño Miguel Ángel Jiménez, le observó tirando bolas en la cancha de prácticas. Y no le gustó lo que vio. Le pareció que sus errores eran evidentes. Principalmente con el swing. Olazábal lleva más de dos años asesorado por el gurú Butch Harmon, el hombre que susurra sus secretos a Tiger Woods desde que el estadoundiense comenzó su carrera profesional. Sin embargo, en esa ocasión, en el verdor de Escocia, aceptó los consejos de Smith y la cosa empezó a funcionar. Las bolas dibujaban una parábola recta, sin caer en los efectos de gancho de derecha a izquierda que perseguían al vasco desde hacía casi dos años. "El golf de ahora me exigía un cambio para seguir siendo competitivo. Yo siempre busco la perfección", explicó Olazábal que comienza su vigésimo Open ante la mirada de sus padres. "Daría cualquier cosa por darles el título", dijo el guipuzcoano, al que sólo han acompañado sus progenitores en una ocasión, el año pasado, al prestigioso torneo. De hecho, su padre no sigue su carrera por miedo a volar en avión.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 17 de julio de 2003