La nueva versión del escándalo derechista de la Asamblea de Madrid es que es una maniobra de un pretendiente o varios a la sustitución de Aznar para desacreditar a Gallardón, el más peligroso por más estimado. Entre las muchas que he escuchado no es la más convincente. Peor aún: he oído que era una maniobra de Felipe González para castigar a su partido por aliarse con su odiada IU: las canalladas andan sueltas. Siempre hay que buscar lo más simple, lo más burdo, como la versión de que es una acción del poder absoluto para quitar a la oposición una situación clave. Lo económico es importante: la mafia de la construcción, el complejo política / negocio, parece una buena suposición. Pero más dinero.
Siempre pensé que en la historia de los pretendientes al lecho de Penélope el verdadero culpable era Ulises: la idea de que un tipo ande por el mundo, acostándose con Circe y algunas más, conservando su trono y dejando a su esposa en la castidad de la bordadora compulsiva era el retrato de un militarote machista. Hasta la prueba de que fue él: tensando su arco, que nadie más podía usar. Mal bicho. Aquí es también Ulises el Aznárido quien tiene la culpa: y el verdadero escándalo está en que Penélope la Española no tenga decisión, y los candidatos anden medio matándose por la sucesión: que depende del jefe. El imitador de Franco quiere también dejarlo todo atado y bien atado. Franco se murió en contra de su voluntad; Aznar quiere hacerlo en vivo, que es más realista: mantener la jefatura del partido para mandar al sucesor: atar mejor. En todo esto, recuerdo que Franco tenía razón al oponerse a la "partitocracia": las cúpulas de los partidos haciendo las listas de quienes han de redactar las leyes, dependientes del aparato o la "oligarquía partidista"; las oligarquías de los partidos ocupando los cargos de libre designación y el funcionariado, sobre los que se ejerce "la presión jerárquica"; el Estado no es independiente sino sometido a esa cúpula. Copia al más fascista de los fascistas españoles, Fernández de la Mora. Ingenuo: suponía que esa "cúpula" sería de izquierdas por el voto popular, y no había imaginado que los sistemas de hacer votar, los poderes de persuasión, estarían en manos del partido que sería, sin que él lo supiera, el de los suyos: el que fundó Fraga. El que continuó Aznar: cúpula de sí mismo. La partitocracia es un fascismo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 17 de julio de 2003