He recibido hoy la peor noticia que podía recibir. La muerte repentina de Enrique de las Casas. Estoy seguro de que somos muchos los que en Madrid, Barcelona, Ibiza y otros lugares lloramos su desaparición como hemos llorado la de un padre y podemos llorar la de un hermano.
Enrique ha sido un gran amigo; también hermano mayor, socio, cómplice y sobre todo una de las personas más buenas, educadas, sensibles, cultas y entrañables que uno puede conocer.
Seguro que todos recordaremos su carrera profesional, especialmente unida a TVE, pero también le añoraremos como amigo desinteresado que desde ANEPA y FAPAE a todos nos ayudó.
Otro de los muchos amigos y compañeros de Enrique, seguro que con más autoridad que quien esto escribe, nos ilustrará sobre los muchos logros profesionales de Enrique como autor de programas, realizador, programador, director de cadena y tantos otros menesteres desarrollados dentro de la televisión, pero no puedo evitar recordar cuando por el año 1965 me entrevistaba con él en su despacho del edificio Lima para pactar las actuaciones de Los Brincos en el programa que él dirigía en TVE. Enrique -un hombre de televisión- amaba el cine, como el que más. Siempre fue un gran enlace entre uno y otro medio y, por lo tanto, hoy el cine y la televisión, hermanados, debemos dedicar nuestro recuerdo y cariño a este gran hombre a la vez que expresar nuestro más sentido pésame a María Luisa y sus hijos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de julio de 2003