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Crítica:CRÍTICAS

Instante sin retorno

Ante otra nueva y enésima recuperación -verla y volver a verla es una reiteración gozosa e imprescindible para quien busca en el cine algo más que entretenimiento- de A bout de souffle, primer largometraje de Jean-Luc Godard, no cabe hacer más que olvidarse de la tentación de opinar sobre ella y someterse a su conversión en piedra, en suceso de la imaginación que, nos divierta o nos aburra, no hay manera de mover con un soplo y está instalado en la zona imperecedera del cine, pues es una película que no sólo existe en sí, sino que existe derramada en infinidad de otras películas posteriores que se alimentaron y se alimentan de ella y no se entenderían, ni existirían, sin ella.

A BOUT DE SOUFFLE (AL FINAL DE LA ESCAPADA)

Director: Jean- Luc Godard. Intérpretes: Jean Paul Belmondo, Jean Sebert y Van Doule. Género: Drama criminal. Nacionalidad: Francia, 1959. Duración: 90 minutos.

Sin este pequeño inmenso filme no se entendería nada del cine posterior. Trastocó todo, incluso las mecánicas de los rodajes. Hizo Godard A bout de souffle de un tirón y con poquísimos medios. Rodó sin decorados, en la calle, con emulsión muy sensible, sin apenas iluminación. Se pasó Godard del metraje pactado con los productores del filme y éstos le pidieron que lo abreviase. Cuando, tras verlo completo, se disponía a hacerlo, descubrió que no sabía qué escenas cortar, porque todas le parecían necesarias como tales escenas. Decidió entonces no cortar ninguna sino peinar interiormente todas, arrancándoles trozos de tiempo, encadenamientos, continuidad de movimientos de cámara y de sucesiones secuenciales.

Y así nacieron simultánemente, y casi irreflexivamente, una idea nueva del discurso cinematográfico; una forma inédita del montaje; un concepto hasta entonces ignorado del tiempo, de las elipsis y las abreviaturas temporales y espaciales de la imagen.

Es célebre la imagen del fotógrafo Raoul Coutard, cámara en mano y encogido dentro del carrito de bebé con que se sustituyeron los desplazamientos de grúa y los travelling, junto a una acera de los Campos Elíseos, filmando lateralmente uno de los legendarios paseos de Jean Seberg y Jean-Paul Belmondo. Casi se ve nacer el cine de hoy en esta imagen llena de pobreza liberadora, muesca de un instante de genio, que sigue ahí, completamente vivo, en los entrelineados de este prodigio artesanal que logró que nada fuese tras él igual en el cine, hasta el punto de que viendo una película cualquiera es fácil saber si fue filmada antes o después de A bout de souffle.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de julio de 2003