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Crítica:POP | Radiohead

Armonía asimétrica

Grupo estandarte de la experimentación sonora en el pop de los años noventa, el quinteto de Oxford triunfó apoteósicamente en Madrid, en su visita a Las Ventas, con una propuesta sonora que condujo su peculiar repertorio por los caminos de un rock más convencional y directo que el que la banda suele plantear en sus grabaciones.

Ante más de quince mil personas y con una puesta en escena elegante, que sugería un presente tecnológico lleno de luces de ambientación enigmática y diseño moderno, la banda de Thom Yorke irrumpía en escena a los sones de There there y 2+2=5, dos temas del disco que venían a presentar, Hail to the Thief, sexto álbum de estudio del grupo. Si contemplar a Radiohead en vivo supone zambullirse en un oscuro océano de emociones que adquieren una definición plástica de carácter abstracto y profundamente asimétrico, la banda no se alejó en esta ocasión demasiado de estos planteamientos, si bien su sonido ponía en primer plano siempre la potencia inusitadas de las guitarras, que en sus discos nunca han sonado tan fuertes, y, por descontado, la voz y el carácter de un histriónico Yorke, siempre al borde del desasosiego más extremo.

Radiohead

Thom Yorke (voz y guitarra), Colin Greenwood (bajo y cello), Johnny Greenwood (guitarra y samplers), Ed O'Brien (guitarra y voz) y Phil Selway (batería). Plaza de toros de Las Ventas. 30 y 37 euros. Madrid, miércoles 16 de julio.

Grandes éxitos del grupo como Morning bell o Exit music sonaban sorprendentemente rabiosas, para sorpresa de gran parte de los asistentes, que se conocen la versión de estudio al dedillo. Con The national anthem la densidad del sonido del grupo alcanzó cotas francamente impenetrables, pero, como en todo hay matices y es muy deseable buscarlos, el grupo no se dedicó a crear simplemente un muro de espesura, sino que supo encontrar casi en cada canción salidas llenas de eclecticismo, como fue el caso de la bailable Idioteque.

Tras un exhaustivo repaso por toda su discografía, que el público supo agradecer de modo complaciente, la banda se retiró con Everything in its right place cuando había pasado poco más de una hora de concierto. Afortunadamente y cuando parte del público se temía lo peor, regresaban casi al instante para ofrecer al encendido respetable nada menos que tres bises, en el que Radiohead volvían a dar una completa lección de su dominio escénico con No surprises, interpretada con el concurso de un xilófono, la clásica Paranoid android y la interpretación en solitario y fuera de programa de Thom Yorke con el único concurso de una guitarra del tema True love waits. Fue el mejor final imaginable para un excelente espectáculo de pop de armonía asimétrica, que huye de la habitual cuadratura del género. Un pop raro de verdad, pero muy en consonancia con los tiempos que vivimos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de julio de 2003