Néstor Kirchner habrá podido comprobar en su visita a Madrid que el Gobierno y las empresas españolas siguen apostando, con sentido estratégico, por Argentina. Pero sus críticas a los empresarios españoles por haber invertido en Argentina tarde y mal, y por repatriar beneficios, olvidan que estas inversiones se han mantenido durante los peores tiempos. Este mensaje populista contra los gallegos no se corresponde con la manifestación de confianza de España, y puede tener efectos secundarios. Pero, sobre todo, Kirchner habrá podido comprobar en Madrid, tras pasar por Londres, Bruselas y París, que los españoles y el resto de los europeos esperan de él y de su Gobierno que tome rápidamente las medidas económicas necesarias para que Argentina, como señaló su presidente, vuelva a ser "seria".
El nuevo Ejecutivo argentino debe percatarse de que no son sólo sus ciudadanos los que le han dado una última oportunidad a la actual clase política. También la comunidad de negocios observa atentamente sus primeras actuaciones. Es positivo para recuperar la confianza de los ciudadanos argentinos que haya decidido abordar las cuestiones pendientes de la transición argentina, y entre ellas el esclarecimiento de responsabilidades por los crímenes de la dictadura militar.
Pero saldar las cuentas políticas no bastará para resolver los graves problemas económicos y financieros que tiene Argentina. Hacen falta medidas para dar una mayor seguridad jurídica a las inversiones extranjeras, frenar la corrupción, hacer frente a la deuda, avanzar en la recuperación de la economía, recaudar más impuestos y de forma más equitativa, rehacer su tejido social
tras el desastre de estos años, en los que se ha proletarizado una gran parte de la clase media. Lo que ha hecho Kirchner en Madrid, por desgracia, no sirve para abrir nuevos horizontes.
Mucho más interesante, en cambio, es su compromiso con Lula para impulsar el desarrollo económico y político de Mercosur y sus relaciones con la Unión Europea, donde los argentinos, como los brasileños, buscan no ya un contrapeso al gigante estadounidense, sino una válvula de escape. Aznar debería percatarse de que es ahí donde argentinos y brasileños quisieran ver el papel de una España y una UE con voz y posición propias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de julio de 2003