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OPINION DEL LECTOR

Los nuevos chirimbolos

Un último estertor municipal de nuestro olvidable Álvarez del Manzano ha sido la instalación de unos nuevos chirimbolos sobre las aceras, supuestamente al servicio de los propietarios de perros de la salubridad pública. El nuevo artefacto tiene la estética de una gran papelera panzuda, y consiste en un depósito coronado por un dispensador de bolsas para la recogida de excrementos. Tales cosas vienen a sustituir a otros aparatos feos, pero mucho más pequeños y efectivos, que estaban provistos de dos dispensadores de bolsas y un depósito de mucha menor capacidad.

Evidentemente, el diseño y aprobación del nuevo chirimbolo ha sido concebido por personas que nada tienen que ver con la vida callejera de los propietarios de perros, tal vez porque no tengan animales o los retengan en sus viviendas unifamiliares. El caso es que, tanto uno como otro artefacto, somos los dueños los que aprovechamos los chirimbolos, y sea entonces cuando los propietarios introduzcamos los residuos en su descomunal depósito.

Pasará como siempre, que el chirimbolo sea un mero dispensador de bolsas, a utilizar en cualquier momento y lugar: lo único cierto es que el Ayuntamiento acaba de conseguir reducir a la mitad la disponibilidad de bolsas para recoger los excrementos de nuestros perros. En cuanto en uno de estos artilugios reponen las bolsas, los propietarios hacemos acopio de ellas y puedo asegurarle que no duran más de una hora: constaten los viandantes que el dispensador único del enorme bulto casi siempre está vacío. Como nuestra disponibilidad de bolsas ha caído a la mitad, que no se extrañen los ciudadanos de que los dueños (responsables) de perros andemos en dificultades y nos veamos obligados en ocasiones a no poder recoger los excrementos, aun con la buena voluntad de llevar bolsas comerciales o periódicos para echarlos a las papeleras en condiciones de insalubridad. Hasta a veces pasaremos por ser alguno de aquellos don nadies que, por cuestión de su incultura cívica y humana, habitualmente no recogen los regalitos que su perros dejan a los ciudadanos.

Aparte de que a todos ellos deberían obligarles a realizar trabajos sociales de reeducación (en lugar de las multas que casi siempre esquivan), me permito aconsejar a la nueva Corporación Municipal que elimine los chirimbolos perrunos, y en su lugar instale en algunas farolas con papelera pequeños artilugios dispensadores de bolsas que restablezcan o incrementen las posibilidades que tenemos los perreros para ejercer nuestros deberes cívicos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de julio de 2003