Raquel Malla, profesora de Psicología de la Tercera Edad de la Universidad del País Vasco, asegura que todos los informes de los expertos, independientemente de su orientación y procedencia, coinciden en que las personas deben continuar viviendo en sus casas al llegar a la ancianidad. "Con la edad, nos volvemos más vulnerables, más dependientes. La casa propia nos da seguridad, es el ambiente que controlamos y dominamos". "En el hogar", añade, "está el pasado, toda nuestra vida. Hemos vivido los grandes acontecimientos y sufrido las grandes tragedias. Reconocemos el espacio y aunque pueda haber un punto de soledad sigue siendo el territorio conocido".
Por ello, Malla es partidaria de no sacar a los mayores de su entorno y mucho menos de trasladarlos a esos "guetos" en los que pueden convertirse las zonas donde se ubican las residencias de la tercera edad. "Hay que intentar primar su entorno a través de la instalación de ascensores, donde no los haya, para que puedan salir a la calle y tener una actividad social razonable. También se pueden adaptar los baños, uno de los elementos más críticos, porque entrar y salir de la bañera es algo complicado a esa edad".
La psicóloga respalda los centros de día como una "optimización de la inversión" porque es "más barato que la residencia y además tiene el lado bueno de que no sacamos al mayor de su entorno, si no que sigue viviendo con su familia o solo. En su opinión, reciben la atención que necesitan y participan en actividades de mantenimiento. "No es que los ponga a jugar al dominó y ya está", explica Malla.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de julio de 2003