La policía francesa apunta al terrorismo corso como responsable del doble atentado cometido ayer en Niza contra dos edificios del Gobierno, que causó heridas leves a 16 personas. Varias pistas hacen verosímil esa hipótesis, desde la ciudad elegida -un símbolo de la Costa Azul, la zona turística más conocida de Francia- al hallazgo de un detonador en un coche robado en Córcega, encontrado muy cerca del escenario de las explosiones. Lo extraño es que nadie haya reivindicado estos atentados.
Los dos edificios semidestruidos pertenecen al Ministerio de Economía y Finanzas. Se trata de la Dirección Regional de Aduanas y de la Tesorería General de Niza, separados apenas por medio centenar de metros. Los cristales de viviendas, locales comerciales y coches aparcados quedaron rotos en las inmediaciones. De los 16 heridos, anoche sólo continuaba hospitalizada una mujer de edad avanzada.
Este resultado puede considerarse afortunado, porque se sospecha que los autores trataban de provocar un desastre mayor. Tras el estallido de la primera carga en el edificio de Aduanas, la otra explosión se produjo unos minutos más tarde, cuando ya había pasado el tiempo suficiente para que comenzaran a llegar policías, bomberos y vecinos despertados en plena noche, con el riesgo de que la segunda bomba les alcanzara de lleno.
Según la Prefectura (Delegación del Gobierno), los terroristas intentaron quemar el coche robado en Córcega -al que le habían cambiado las placas de matrícula-, para borrar las huellas. Si se confirma la autoría corsa, el doble atentado de ayer habrá sido el primero cometido por los separatistas fuera de la isla desde las acciones frustradas del 5 de mayo de 2002 contra la oficina de Hacienda en Marsella, y del 25 de septiembre de 2002 en la Tesorería General de Niza. Esos atentados frustrados fueron reivindicados por el Frente Nacional de Liberación de Córcega (FLNC).
En Córcega, ya en la madrugada de hoy, se produjo una explosión en un edifico adyacente del aeropuerto de Bastia. Era el colofón a un fin de semana marcado por el agitado final de la manifestación nacionalista del sábado. Tras una marcha pacífica, grupos de jóvenes encapuchados lanzaron petardos, piedras y botellas inflamables contra la policía, que replicó con gases lacrimógenos. Un coche policial y una sucursal bancaria fueron quemados por los manifestantes en incidentes que duraron horas, pese a lo cual nadie fue detenido, lo que evidencia que las autoridades habían dado instrucciones.
Los nacionalistas no han podido digerir la cadena de acontecimientos que se les han venido encima en dos semanas. Primero se produjo la detención de Yvan Colonna, buscado por el asesinato del prefecto Claude Erignac. Dos días después llegó la victoria del no en el referéndum corso del 6 de julio que, aunque convocado por París, contaba con el apoyo del nacionalismo. Y finalmente, un tribunal condenó a ocho militantes del comando de Colonna, dos de ellos a cadena perpetua, por participar en la operación contra el prefecto.
Estas condenas y las investigaciones sobre una quincena de personas como sospechosas de haber albergado a Colonna durante cuatro años, son los ejes con los que el nacionalismo intenta rehacerse entre la población corsa, poco inclinada hacia los grupos clandestinos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de julio de 2003