"Llevábamos unos 15 minutos desalojando a gente, cuando de repente notamos un explosión, vimos una cortina de humo y comenzaron a caer cascotes por todos los lados". El relato es de uno de los cuatro policías heridos en el atentando terrorista de ETA en el hotel Nadal de Benidorm. "Está claro que iban a por nosotros", aseveró con contundencia. Este agente, junto a sus otros tres compañeros expertos en la desactivación de explosivos, llegaba al hotel Nadal, uno de los últimos inmuebles del paseo marítimo de la playa de Levante, de la turística localidad, alrededor de las 12.45.
Comenzaron a inspeccionar el hotel convencidos, a tenor de un aviso de la banda al diario Gara, de que la bomba iba a estallar alrededor de las 12.30. Sin embargo, una potente deflagración interrumpió de súbito sus tareas. La onda expansiva, la intensa humareda y polvareda, también sorprendió en el interior del bloque a una decena de clientes del hotel, así como a centenares de bañistas que a esa hora ya poblaban la arena de la playa. "He oído un gran estruendo. Luego, una gran humareda y mucho polvo", relataba Pilar, una madrileña que junto a su marido y sus dos hijos veranea desde hacer 17 años en unos apartamentos, a la espalda del hotel siniestrado.
"Ha sido espantoso. No podemos seguir así", se lamentaba el presidente de la asociación de vecinos Rincón de Loix, nombre de este área de la ciudad donde se radica el hotel. Ese dirigente vecinal y centenares de bañistas soportaron estoicamente el tórrido calor mientras los bomberos realizaban las labores de desescombro. Entre los presentes, tampoco faltó el alcalde, Vicente Pérez Devesa, quien, pese al golpe, estaba convencido de que la acción no va a restar visitantes a la ciudad. "Esto puede pasar, aunque estamos en una de las ciudades con mayores medidas preventivas en materia de seguridad", afirmó.
Los cuatro agentes resultaron heridos leves y fueron trasladados al Hospital Comarcal de La Vila Joiosa. A las dos horas del siniestro, salía del hotel Nadal el comisario de Benidorm, José Luis Villalobos. "Voy a visitar a los agentes, están fuera de peligro pero se han jugado la vida", dijo, envuelto en sudor y con el uniforme salpicado de sangre.
A últimas horas de la tarde, el propietario del hotel, José Cervera, esperaba los informes de los técnicos sobre el futuro del inmueble, que ha acogido ese establecimiento desde hace 40 años. El hotel, de tres estrellas, cuenta con 32 habitaciones, y una plantilla fija de 15 empleados, que también se mostraban preocupados ante su futuro profesional.
En Alicante, pasadas las doce del mediodía se escuchó una explosión seca en el centro de la ciudad. Una nube de polvo avanzó entre las callejuelas anexas a la plaza del Ayuntamiento. Los aledaños del hotel Bahía estaban acordonados, pero la onda expansiva de la deflagración alcanzó de lleno a los estudiantes de la academia Estudio Sempere, pared con pared con la habitación 106, donde estalló el artefacto. A siete estudiantes y una profesora se les vino el techo encima.
En la planta cuarta de ese inmueble dormía Carlos Mille. "Si nos han desalojado yo ni me he enterado; a mí me ha despertado la bomba. Soy de sueño profundo pero ya no podré decir eso de 'a mí no me despierta ni una bomba".
"El techo se había caído y los alumnos bajaban llorando; uno de ellos con la espalda chorreando sangre". Así describía el portero del inmueble las escenas tras la explosión que causó las heridas más graves. Al momento, los vecinos del inmueble del número 1 del denominado Paseíto de Ramiro, calle céntrica de Alicante, a muy pocos metros de la playa de El Postiguet, fueron desalojados y no regresaron a sus viviendas hasta las 19.00. "Rápido, retiren las cosas más necesarias y luego ¡fuera!", ordenaba un responsable de los bomberos a esa hora. Los vecinos, cargados con maletas vacías y cajas de plástico, ascendían por la escalera a oscuras. Todos subieron en silencio. Detrás, varios bomberos. El propietario de la academia, mientras recogía papeles, dijo en tono nervioso: "Por favor, nada de prensa. Haga el favor de no pasar". El suelo estaba lleno de cascotes de escayola. La pared medianera entre la academia y el hotel Bahía había desaparecido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de julio de 2003