Miembros de la familia a la que pertenecía la casa en la que murieron dos hijos de Sadam Husein estaban desde el principio seguros de que Uday y Qusay se encontraban allí e incluso señalan cómo fueron traicionados. El propietario de la casa, Mawaf Mohamed al Zaidane, "informó a las fuerzas estadounidenses de que los hijos de Sadam, así como un guardaespaldas llamado Abdel Samad, se habían refugiado allí y quería librarse de ellos", declaró un familiar que quiso permanecer en el anonimato. Otras informaciones señalaban que la casa pertenecía a un familiar de Sadam.
Varios habitantes de Mosul, 280 kilómetros al norte de Bagdad, indicaron que helicópteros de combate estadounidenses bombardearon la casa después de que estallasen los combates cuando las fuerzas especiales intentaron entrar.
Otros familiares indicaron también que habían visto cómo cuatro cuerpos eran evacuados de la mansión, en torno a la que se había arremolinado una multitud de curiosos. Tras la batalla, el edificio estaba destrozado y mostraba impactos de bala de diferentes calibres. La casa está situada en el norte de la conflictiva ciudad, donde se han producido numerosos enfrentamientos entre kurdos y árabes.
Un responsable kurdo en la ciudad, la más poblada del norte de Irak y centro de una dura pugna entre árabes y kurdos, dijo que había mantenido un encuentro con oficiales estadounidenses y que le habían asegurado que los muertos eran, efectivamente, los hijos del depuesto presidente.
La noticia llegó a Bagdad ya de noche y fue recibida con numerosos disparos al aire como muestra de alegría. Las balas trazadoras de los Kaláshnikov surcaban el cielo nocturno en la capital iraquí dispararas desde numerosos barrios de la ciudad.
Cientos de personas, a pesar del toque de queda que impide moverse por las calles entre las once de la noche y las seis de la mañana festejaron la muerte de los hijos del ex dictador. Desde los jardines de las casas numerosas personas dispararon al aire hasta bien entrada la madrugada "¡Uday y Qsay están muertos, lo hemos visto por la televisión!", exclamaba Hassan Zaif, un vecino bagdadí, mientras apretaba sin parar el gatillo de su fusil hasta que el cargado quedaba completamente vacío.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de julio de 2003