Néstor Kirchner cosechó ayer un nuevo éxito en su rampante carrera política: el presidente argentino recibió el "apoyo total" de su par estadounidense, George W. Bush, durante una conversación de más de media hora que ambos líderes mantuvieron en el mítico Despacho Oval de la Casa Blanca. Al terminar la reunión, Kirchner hizo un notable y a la vez inútil esfuerzo para ocultar su euforia, y no era para menos, ya que Bush le explicó que "conocía muy bien" su programa de Gobierno, le pidió que "siga luchando a fondo" para lograr los cambios que ha planteado en Argentina, le ofreció su respaldo en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional y le aconsejó que "pelee hasta el último centavo" para lograr un acuerdo conveniente para su país. Al presidente argentino la alegría se le escapaba por los poros.
Kirchner llegó a Washington el martes por la noche, y las sacudidas que una tormenta de granizo propinó al Tango 01, el avión presidencial, no amedrentaron al mandatario. Uno de sus asesores relató que, a pesar de que "el cielo se rompía sobre nuestras cabezas", el presidente bajó del avión y ordenó, enérgico: "Todos a dormir, que mañana es un día muy importante". Kirchner calculó todo para que nada fallase en esta cita crucial, hasta las horas de sueño de su ajetreada comitiva.
La prensa recibió a Kirchner con el mismo interrogante que hasta ayer acosaba a la Administración estadounidense. "¿Quién es Kirchner?", se preguntó el influyente The New York Times. El periódico catalogó al líder argentino como un "presidente de izquierdas", algo que después el propio Kirchner se encargó de corregir: "Yo soy peronista", le dijo a Bush, "por lo que contemplo tanto a la izquierda como a la derecha", añadió. Bush sonrió divertido y le contestó con seguridad: "Yo sé que usted es un presidente de centro".
Fama de duro
Néstor Kirchner ha logrado más de lo que aguardaba conseguir en esta visita a Estados Unidos, ya que persuadió al Gobierno de Bush de que su actitud frontal y a veces hosca, como la que tuvo con los empresarios españoles la semana pasada, no se debe a una nueva ola de populismo peronista, sino a una "verdadera vocación por fortalecer las instituciones en un país donde la política estaba muy desprestigiada", según las palabras del vicepresidente Daniel Scioli.
Con sus gestos crudos, Néstor Kirchner no sólo se ha congraciado con una sociedad escéptica como la argentina: su fama de duro llegó a oídos de Bush, que ordenó adelantar la invitación a Kirchner, prevista originalmente para fines de septiembre, y aplazó su descanso en su rancho de Crawford, Tejas, ansioso por conocer cara a cara el llamado estilo K.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de julio de 2003