Puede que lo que diga resulte muy impopular (sobre todo, después del cierre del centro de Lavapiés), pero quiero aclarar desde el principio que no estoy en contra del movimiento okupa, porque me parece perfecto que se destinen a vivienda y a actividades culturales edificios y casas vacíos.
Ahora bien, lo que estamos sufriendo en Puerta del Ángel no tiene nada de cultural. La terraza de mi casa, en el paseo de Extremadura, da a la calle de Antonio Zamora. En esta calle, desde hace unos meses, se han instalado unos okupas que, aparte de unas pintadas aquí o allí, no molestaban a nadie. Pero, poco a poco, el centro se ha convertido en un lugar de conciertos. Éstos se celebran hasta altas horas de la madrugada con grandes equipos de sonido, y hasta cobrando entrada algunas veces. Antes, durante y después del concierto se producen reuniones masivas de personas en las aceras colindantes, bebiendo (lo cual creo que está prohibido) y dejando botellas tiradas de cristal por toda la calle, orinando por todas partes, pintando paredes y coches, consumiendo drogas y dañando en algunas ocasiones los coches aparcados rompiendo retrovisores o golpeándolos.
No soy una persona intransigente ni conservadora. Pero en este local no se ha producido ni una sola manifestación cultural. Todo esto no tiene nada de movimiento okupa: una cosa es la movida alternativa y otra hacer lo que a uno le da la gana sin pensar en las molestias a los demás.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de julio de 2003