No salgo de mi asombro ante las declaraciones que está haciendo el Ministerio de Defensa tras el accidente del Yakovlev 42. Desaguisado tras desaguisado, tratan de quitarle importancia a todo.
Lo último que me sorprende de lo muchísimo que hay que no comprendo, ya que el asunto no hay por dónde cogerlo, es la declaración de un portavoz del Ministerio de Defensa (del que es responsable el señor Federico Trillo-Figueroa, aunque parece ser que él no se ha enterado) diciendo que el avión contaba con "doble tripulación 'reforzada' y que contaba con cinco pilotos" (información aparecida en EL PAÍS el 16 de julio de 2003), para excursarse de las espeluznantes 28 horas sin descanso de la tripulación, 13.000 kilómetros de vuelo y 14 despegues y aterrizajes.
Aunque hubiera ocho pilotos estas condiciones serían inexcusables. Tienen la poca vergüenza de decir que cumplía con las normas ucranias de descanso, cosa que está aún por confirmar, ya que el portavoz de Defensa no supo especificar cuáles eran esas normas ucranias de descanso; pero si así fuera, ¿cómo España, un país cuya legislación considera que el máximo permitido es de 18,5 horas, contrata vuelos con un país cuya legislación en cuanto a seguridad, mantenimiento de los aviones y descansos de la tripulación dista tanto de lo que nosotros consideramos correcto?
Sigo sin salir de mi asombro cuando veo un periódico ruso del 27 de mayo de 2003, en el que aparecen los miembros de la tripulación ucraniana: "hay cuatro pilotos, no cinco". ¿No será que el tripulante número 13 que apareció más tarde no pertenecía a la compañía aérea? ¿En qué cabeza cabe que una compañía aérea no tenga constancia de la tripulación que va en cada uno de sus vuelos?
¿Qué ha contratado el Ministerio de Defensa, cuyo responsable es, repito, el señor Federico Trillo-Figueroa, aunque él no lo sepa?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de julio de 2003