La serenidad reinaba entre las personas a las que el coche bomba sorprendió en el aeropuerto. Una de las pasajeras que tenía que volar a Madrid se mostraba satisfecha porque no había habido heridos. "No podré estar en Madrid a la hora prevista, pero al menos podré estar".
No todos los que vivieron de cerca el atentado eran pasajeros. Ester y Ángel habían decidido llevar a sus dos hijos gemelos de ocho años a ver los aviones. Eligieron un día que será difícil de olvidar. La Guardia Civil los desalojó de la zona. Como el coche bomba estaba en el aparcamiento fueron llevados a la pista de aterrizaje, donde tuvieron que andar junto con el resto de personas hacia la terminal de mercancías para alejarse del peligro. Amparo, una canaria que había ido al aeropuerto con su familia a devolver la caravana con la que habían pasado las vacaciones por Cantabria, eligió un mal momento para ir al baño. Al salir, la Guardia Civil no le dejó volver con su familia y tuvo que huir hacia la pista donde se resguardaban las personas que estaban en el aeropuerto. Amparo estaba intranquila y a la espera de encontrarse con su marido y sus hijos que habían sido desalojados hacía otro lugar. "Vaya manera de acabar las vacaciones".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de julio de 2003