¡Por fin llegan las vacaciones! Mi mes. El mes por el que he sudado tinta los once restantes. Mi viaje. Para el que llevo todo el año ahorrando, a base de convertir mi nómina en un circo de tres pistas. Llega el momento. La oferta de viaje en una agencia de Internet. Increíble, se ajusta como un guante tanto a mi presupuesto como a mi sueño. Lo compro. ¡Me confirman la compra con un e-mail! Tan sólo me queda esperar a que me manden los billetes a casa. Uno, dos, tres, quince días. Llamo. Me informan que la oferta que contraté y me confirmaron no es válida, y me dan una opción a años luz de mi demacrado bolsillo. Me quedo en
tierra. ¿Hasta cuándo estos abusos de agencias de viaje en periodos vacacionales?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de julio de 2003