Es el más viejo compañero; nos asustan gravemente, en forma de paternidad, educación o presidencia del país para que seamos buenos: Bush larga otra vez el miedo a los pasajeros de avión y a los habitantes de torres, y al mundo en general. Lo que dijo el miércoles no es nuevo, y es un hombre sin credibilidad. Pero... Nace el ser, sale de donde nunca debiera haber salido, y encuentra un mundo seco, frío, que le azota hasta el llanto. Y encuentra a Bush, o a Aznar, según le toque. Sobre todo si nace en Irak; allí están. Y en Corea, en Irán, en Siria. "¡Que viene Aznar!", les dirán a los niños para que se duerman. Ya en Flandes dormían a los niños diciéndoles "¡Que viene el duque de Alba!". De niño me hablaban mucho del lobo: siendo urbano, no comprendía el peligro. Y las niñeras me contaban las leyendas de lo que les pasa a los que se alejan de su hogar. Y lo del infierno. Y el montón de enfermedades, sordera, ceguera, estupidez y pestes que me vendrían si me tocaba ahí.
Claro que me tocaba ahí, como todos y todas. Costaba mucho trabajo encontrar que me tocara otra porque la desgraciada temía al infierno. Para eso estaba Franco, fray Justo Pérez de Urbel, Pilar Primo de Rivera y la mamá de la señorita. El papá a veces se quitaba el cinturón: no el mío, sino los padres en general. Hoy se les acusaría de violencia de género y de agresiones infantiles: si no lo hubieran estimulado entonces, no pasaría ahora. Toda la literatura española, los decires que dicen las viejas junto al fuego, señalan lo que han de hacer los hombres con sus mujeres y sus hijos. Lo de meterlas en un convento para toda la vida es lo más dulce. Coligado el padre con el alguacil, el cura con el ama y todos con el poder central, la creación del miedo es continua. Es, dicen, justa y necesaria. Para evitarle a uno peligros.
Cuando ya somos todos suficientemente cobardes y aquejados de culpabilidad global, cuando vemos a negros, moros y asiáticos desgraciados muriendo y huyendo por no haber obedecido a la ley de Dios y del blanco que tuvo que descolonizarlos, nos dicen que somos ciudadanos responsables: que tenemos que votar para decidir nuestro destino. Votamos, alguna vez ganamos, y entonces nos roban el resultado. Y luego nos culpan por tontos y por votar mal. Y nos asustan con Bush en la televisión. O con "¡Que viene Aznar!". Con el terrorista, el islámico, el hombre del saco, el diputado vasco.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de agosto de 2003