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Crítica:

Una vida contra una obra

Ian Gibson transita por la vida del autor de La familia de Pascual Duarte con los textos autobiográficos del propio Cela, sus novelas y diversas fuentes periodísticas. El hispanista abre cauces de investigación y plantea nuevas preguntas sobre el Nobel español.

Si se tuviera que resumir en pocas palabras qué género acota Ian Gibson para escribir su libro sobre Camilo José Cela (1916-2002), no podríamos afirmar que es una biografía o un estudio pormenorizado de su obra. Y sin embargo, algo de las dos parcelas se citan en Cela, el hombre que quiso ganar . Gibson comienza y termina abogando porque un día alguien se encargue de la biografía definitiva del escritor gallego. Mientras tanto, pareciera sugerir, no hay más remedio que transitar por la vida del autor de La familia de Pascual Duarte , con los escasos materiales con que se cuenta. Éstos son fundamentalmente los textos autobiográficos que dejó Cela, en los que Gibson encuentra no poca participación ficcional, y sus novelas, en las que Gibson vislumbra aportes biográficos. El libro que escribió su hijo Cela Conde, tampoco lo desdeña Gibson. Además, el autor recaba información en otras fuentes, sustancialmente las periodísticas. El resto lo hace su capacidad para la conjetura, su afán de abrir cauces de investigación, preguntas, incluso conclusiones sobre la veracidad o no de algunos aspectos de la vida de Cela, de sus posiciones ideológicas, de su nulo, según Gibson, compromiso político, excepto cuando rastrea un apoyo tácito a la insurrección contra el orden constitucional de la segunda República española. En esta materia tan delicada, Gibson acude a la juventud de Cela para exhumar su fervoroso anhelo de colaboración con el nuevo régimen ofreciéndose como informador (o denunciador, para decirlo sin eufemismos).

CELA, EL HOMBRE QUE QUISO GANAR

Ian Gibson

Aguilar. Madrid, 2003

379 páginas. 18,50 euros

En este libro, el premio No

bel español no sale muy bien parado que digamos. El triste asunto del plagio, que seguramente amargó los últimos años del Nobel, Gibson lo trata con crudeza, dejando abierta incluso una puerta a la sospecha de culpabilidad. Cela se ganó a pulso mucha de la animadversión que generó en torno a su persona o, mejor dicho, su personaje. Con su soberbia, con su bravuconería de chusquero. Pero para alguien que escribió libros tan importantes para la literatura española y universal, yo creo sinceramente que junto a este libro de Gibson no vendría mal que se retomara, con el mismo empeño y dedicación, el diálogo con su obra.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 2 de agosto de 2003

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