Armado con un fusil de asalto AK-47, Salem Kerbul decidió matar a su hijo de 28 años, acusado por los vecinos de la localidad iraquí de Thuluya, (200 kilómetros al norte de Bagdad) de colaborar con las fuerzas estadounidenses. Antes de dar comienzo a la oración y sin mediar palabra, Sabah Kerbul fue ejecutado y rematado en la cabeza por su hermano mayor, Salah, detrás de una humilde casa de cemento en una zona aislada y rodeada de naranjos. Los testimonios de los vecinos de la localidad iraquí asegurán que uno de los disparos le entró por la pierna y otro, mortal, en el torso.
El padre del supuesto colaboracionista, declaró nervioso que la presión de los vecinos del pueblo le llevó a decidir matar a su hijo, a pesar de no estar seguro de que fuese un informador del Ejército estadounidense. Los vecinos amenazaron a Salem: o le mataba él, o serían ellos mismos los que recurrirían a la vía de la justicia tribal. Ellos estaban seguros de haberlo reconocido, cuando tras una operación militar en el pueblo, soldados estadounidenses se llevaron a 400 personas a una base aérea situada al norte. "Soy un buen padre y el es mi hijo". Apesadumbrado, Salem aseguraba que no había otra elección. "Es justicia", afirmaba el vecino Abu Dhua, sentado en su casa frente al río Tigris.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 2 de agosto de 2003