La noche inaugural de los festivales tiene siempre algo de acontecimiento y quizá ya lo sea el de alcanzar las 52 ediciones. También el empeño de sus rectores, José Luis Ocejo y su equipo, por mantener vivo el entusiasmo por la ópera. Esta vez volvió el nombre de Verdi en una pieza importante, no muy divulgada entre nosotros y en alguna medida desigual. Ya Verdi la quería como a un hijo deforme, según su propia confesión íntima.
En Simón Bocanegra realiza Verdi otra incursión en el teatro romántico de García Gutiérrez, convertido en libreto por Piave y con posteriores retoques de Boito. Todo el repertorio sentimental, todos los símbolos de la época -amor, muerte, venganza, odio entre familias- habitan en Bocanegra, además del factor siempre decisivo en tanto drama lírico o no, sea de Shakespeare, de Gutiérrez o del duque de Rivas: el azar que desencadena las potencias del destino. Todo lo supera Verdi cuando, a mediados del siglo romántico, siente la imperiosa necesidad de evolucionar para llegar a realizar obras geniales, Otello y Falstaf, además de el Réquiem o las P iezas sacras.
En Simón Bocanegra hay pasajes del Verdi anterior y otros que apuntan al futuro. Desaparecen casi las arias para dar paso a un orden melódico abierto; circula un lirismo fluyente servido para una orquesta vigorosa o de textura transparente. Y triunfa la pasión, premisa ineludible del melodrama o drama musical.
Se ha contado en Santander con un cuadro de cantantes de considerable categoría. Sedujo a todos por la belleza vocal, el poderío y el encanto expresivo la soprano chilena Cristina Gallardo, y vivió en toda su fuerza el personaje de Simón el barítono romano Roberto Frontali. En equilibrio de medios e intenciones actuaron el bajo Roberto Scandiuzzi, el tenor Roberto Aronica y el barítono Mario Giossi. Muy bien los coros y orquesta, así como el director Antonello Alemandi y los maestros de coro Groza y Sanz Vélez.
La producción general, fruto de la colaboración del Festival de Santander con los teatros operísticos de Niza y Wallonia, se movió con discreción y a veces con belleza dentro de los gustos tradicionales para obtener de un público de excepción, con todas las autoridades presentes y numerosos amantes de la ópera venidos de fuera, fuertes y prolongados aplausos. Queda así abierto de un modo feliz el 52º festival que hasta el final de mes tiene programado, en la capital y en muchas ciudades y pueblos de Cantabria, un amplio y significativo programa. De momento, bien está rendir homenaje a ese gran genio de la latinidad que fue Giusseppe Verdi.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 3 de agosto de 2003