El coche bomba que ha matado en Yakarta al menos a 13 personas y herido a más de 150 lleva, según la policía, la marca de los atentados suicidas de Bali, que en octubre pasado y en el distrito nocturno de la isla indonesia costaron la vida a 200 turistas. El acto terrorista de ayer, no reivindicado aún, coincide con el anuncio de inmediata sentencia para uno de los principales acusados de aquella terrible matanza, de la que se responsabiliza a la misteriosa organización integrista Yamaa Islamiya (Comunidad Islámica), cuya jefatura se atribuye al exaltado clérigo Abu Bakar Bachir, también procesado.
Hasta la conmoción de Bali, el país musulmán más poblado del planeta se había considerado oficialmente al margen del terrorismo. Existía una asumida violencia sectaria asociada en Indonesia al fundamentalismo islamista, pero sus objetivos preferentes, y menores en sus resultados, eran iglesias de otras confesiones o comercios locales. Bali, lugar turístico por excelencia, señaló, como ayer se confirmó en el lujoso hotel de la cadena estadounidense Marriott, el desplazamiento de los ataques hacia objetivos inequívocamente occidentales.
Las policías de varias naciones del sureste asiático, mucho más alerta y cooperadoras desde el 11-S, han detenido durante los últimos meses a sospechosos de terrorismo y desarticulado células de Yamaa Islamiya en lugares tan dispares como Tailandia, Singapur, Malasia o Camboya. Y han encontrado explosivos o detallados planes de atentados contra embajadas o lugares turísticos de renombre. El propósito declarado de la opaca organización, considerada el brazo regional de Al Qaeda, es establecer un Estado islámico riguroso en un gran arco que abarca todos los países citados más Indonesia y el sur de Filipinas, donde operan varias guerrillas fundamentalistas.
Si la carnicería del Marriott tiene o no que ver con la reciente advertencia de Washington sobre próximos atentados de Al Qaeda en EE UU y otros lugares, es por el momento una incógnita. Pero la bomba de Yakarta confirma más allá de cualquier duda razonable la presencia y actuación en un vasto arco del sureste asiático de grupos terroristas que, independientemente de su denominación o grado de fama alcanzado, comparten las intenciones, métodos y objetivos enunciados en el macabro catecismo de Osama Bin Laden.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 6 de agosto de 2003