"Lo que más destaca en él es su mentalidad". Lo asegura su tío, Toni Nadal, que, al mismo tiempo, es su entrenador y el hombre que le dirige desde que decidió dedicarse al tenis. Rafael Nadal tenía 16 años cuando entró en el circuito profesional y muchas veces incluso le costaba pedirles a los jugadores españoles que se entrenaran con él.
"Es humilde", asegura Toni; "tenía la sensación de que no era nadie y de que le estaban haciendo un favor". Ahora tiene ya 17 años y su situación es sustancialmente distinta. Ahora atesora en su zurrón algunas victorias de mérito, como las logradas frente a Albert Costa o Carlos Moyà, y un par de triunfos en torneos challengers. La última la consiguió en El Espinar.
En el circuito las cosas también están cambiando para él. Rafa pasó de ser un desconocido a convertirse en un peligro. Muchos le temen más que por su juego, que hace daño, por su tremenda mentalidad ganadora. Cuando salta a la pista, no da nada por perdido. Busca siempre el golpe ganador, la bola desequilibrante capaz de desbordar al rival.
"Cuando ganó a Costa en Montecarlo fue una sorpresa", recuerda Toni; "entonces era un desconocido y creo que intimidaba un poco a sus rivales: les costaba enfrentarse a un chico de 16 años. Y algo parecido le ocurrió a Moyà en Hamburgo. Carlos no jugó y así se lo dije yo mismo".
Sin embargo, estas cosas han cambiado. Ahora los jugadores del circuito se toman a Rafa Nadal muy en serio y se enfrentan a él sin complejos, sin pensar en sus 17 años. "Es algo que ya hemos podido comprobar las últimas semanas, cuando ha jugado ante Lapentti o Fernando González, dos grandes jugadores que le trataron como a otro cualquiera", advierte Toni.
En muchas cosas Rafa es muy parecido a Moyà. No es ya sólo que los dos sean de Mallorca. Hace la mayor parte de las cosas con la derecha y juega con la zurda, al revés que Carlos. "No se conforma con nada", agrega su tío; "tiene determinación para aprender, lo cual no significa que lo logre todo. Pero quiere ir siempre más lejos, mejorar en todos los aspectos. Podría ser el número cinco del mundo y no acabar de estar satisfecho pensando en el uno".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de agosto de 2003