El verano que quema a España es sólo recordado por los más viejos de toda la geografía. Burgos, Granada, Vigo, etcétera, sitios todos en los que el verano era una delicia, mañanas fresquitas, mediodías en los que sí se notaba el calor, pero sólo si salías en las horas en que el sol estaba en su cénit; este verano de 2003 será muy recordado, sobre todo para los que estamos enfermos, pero el calor, el bochorno, tienen solución, ventilador, agua fresquita, una ducha, o varias, y la esperanza de que llega el otoño.
Lo bochornoso es que estamos viviendo una etapa penosa, no llegamos a remontar el vuelo, cuando ya aterrizamos el tren de aterrizaje no acaba de ser lo sólido que la gran mayoría de este pueblo desea; la política, llena de transformistas (a los que se les llama tránsfugas); en los programas del corazón lo que creíamos inconcebible ha pasado a ser posible; tránsfugas por aquí, tránsfugas por allá, acusaciones barriobajeras, esposas despechadas, la folclórica y el alcalde y un pueblo que lo vitorea (por lo macho).
En Madrid, en Mallorca, en definitiva, cualquier comunidad tiene su tránsfuga; afortunadamente, dos accidentes en los que se temía lo peor han sido la mayor alegría. Viven; las personas normales, las únicas responsables, con el dinero justito, y sin vendernos a nadie. ¡Bochornoso bochorno!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 13 de agosto de 2003