Nadie duda del derecho al descanso, pero tras el destape mediático del fenómeno del botellón y la posterior ley, su expurgación por medidas exclusivamente policiales debería movernos a reflexión. ¿Habrían sido asesinadas decenas de personas sólo en Madrid este año si los agentes que persiguen a los jóvenes que se reúnen fueran enviados a desempeñar su verdadero trabajo?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de agosto de 2003