Los acontecimientos de la Asamblea de Madrid y del Ayuntamiento de Marbella ofrecen coincidencias respecto a por qué se producen y qué consecuencias traen. En las listas que los partidos presentan a las elecciones cada vez aparecen más personas no deseadas para lo que debería ser la acción más honrosa y ética ejercida con altruismo, la política.
El sistema de elección de los partidos por coaptación, sin votación uno por uno de las candidatos, hace que tan sólo sean colocados por una sola persona o como mucho por dos o tres que controlan al aparato del partido.
Así resulta sencillo encontrar personas mediocres, algunas incluso sin estudios básicos y, en algunos casos, incapaces para generar ideas. Y que se dedican a copiar o fastidiar a quienes sobresalen o a hacer negocios a través de la política.
Cada vez más ciudadanos piensan que el político se dedica a ello para enriquecerse, algunos incluso lo confiesan, como en la cinta del caso Naseiro, donde así lo afirmaba el hoy ministro Zaplana. El desprestigio de la política ataca a la base de nuestra aún joven democracia, que celebra su XXV aniversario. Es necesario que seamos beligerantes con cualquier propuesta que no sea respetuosa con la voluntad de los ciudadanos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de agosto de 2003