Los norteamericanos Shaun Micheel, con 137 golpes, tres bajo par (-3), y Billy Andrade, con 139 (-1), así como el canadiense Mike Weir, vigente campeón del Masters de Augusta, con los mismos. Tan sólo esos tres jugadores van venciendo al campo del club Oak Hill, de Rochester (Nueva York, Estados Unidos), tras la segunda vuelta del Campeonato de la PGA americana, el último torneo del Grand Slam anual del golf. Sus calles, estrechas y bordeadas por hierbas muy altas, y sus greenes no están teniendo piedad. Entre los damnificados, los eliminados, Sergio García, con 149 (+9) e Ignacio Garrido, con 151 (+11). El único español superviviente es José María Olazábal, con 148 (+8). El estadounidense Tiger Woods, sufriendo como los demás, totaliza 146 (+6).
La cuestión fue que García comenzó con buen pie su andadura: un birdie en el primer hoyo. Un espejismo. El castellonense no fue capaz de alcanzar más. Y, lo que es peor, fue perdiendo poco a poco el equilibrio en su juego y no sólo acumuló seis bogeys (+1), sino incluso un doble bogey (+2) en un par-3. Su propia ansiedad por enmendar su plana le empujaba a los fallos. Tantos como para tener que hacer la maleta antes de tiempo. Desde luego, este curso, el de sus 23 años, viene siendo un fiasco para él. Lo inició en el séptimo puesto de la clasificación mundial y, huérfano de victorias, ya se presentó a esta cita en el 16º. Muy por debajo de las expectativas forjadas.
Aunque fuera por los pelos, Olazábal sí que se salvó de la quema. El vasco repitió su tarjeta del primer recorrido: 74 golpes por culpa de cuatro bogeys. Una recompensa para la tenacidad que demostró a pesar de que no se halla en un momento idóneo de juego.
En realidad, el único que pareció dominar el terreno fue Weir, capaz de ir caminando como líder en solitario, con -3, tras la antepenúltima bandera. Pero en las dos últimas sendos bogeys minimizaron el juego exhibido por el primer zurdo, luego del neozelandés Bob Charles en el Open Británico de 1963, en adjudicarse una de las competiciones grandes. Esos deslices dieron la ocasión al desconocido Micheel, cuyo carnet de triunfos está en blanco, para situarse a la cabeza sorprendentemente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de agosto de 2003