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OPINION DEL LECTOR

Claro que hay chapapote

¿Por qué si nuestro querido Gobierno nos dice que apenas llegan unas pocas galletas de chapapote (o galipó, como se ha llamado aquí toda la vida) a las playas del Cantábrico tenemos que pasar gran parte de nuestro tiempo tratando de limpiar las manchas de trajes de baño, toallas y pies?

¿Por qué si en estas playas no hay chapapote, los niños que juegan en la orilla (como lo han hecho toda la vida) llegan a sus casas embadurnados hasta las cejas de una sustancia pegajosa y negra? ¿Puede que se trate de otra cosa que no sea el chapapote?

¿Por qué si no hay chapapote en la zona, cuando volvemos a casa, todos y cada uno de mis primos (de edades comprendidas entre 4 y 14 años) sólo hablan sobre él y lo llena que estaba la playa? ¿Por qué mi prima de 10 años compone canciones sobre el Prestige y lo sucia que está la playa?

Pongo la mano en el fuego que todo esto pasa porque realmente sí que llega chapapote a las playas (y no poco). Sólo me queda entonces una pregunta: ¿Por qué el Gobierno se empeña en afirmar que aquí no pasa nada? Puede que sea porque la capacidad de nuestros mandamases para apreciar este problema sea inferior a la de un niño de cuatro años.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de agosto de 2003