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Reportaje:

El otoño aterriza en agosto

La ola de calor y la falta de agua lleva a varias especies de árboles a tirar la hoja y forzar su ciclo vital

Las primeras lluvias del verano refrescarán el ambiente, pero no devolverán al arbolado la vida que tenía cuando en el mes de junio dejó de caer agua del cielo. El ciclo vital de robles, hayas, pinos y quejigos, entre otras especie, se ha comprimido por las elevadas temperaturas. Los montes y arboledas, especialmente en la mitad meridional de Álava y en zonas de Vizcaya y Guipúzcoa, mezclan ya la gama de verdes con los ocres y en el suelo una capa de hojas anuncia lo que todavía el calendario no ha dictado, la llegada del otoño. Un delanto forzoso a agosto que, según los naturalistas y conservacionistas, va a tener consecuencias muy negativas en los próximos meses.

El consultor medioambiental Rubén Cerdán explica que los árboles se defienden de los calores extremos reduciendo su actividad y adelantando su ciclo vital como si se prepararan para el invierno. Es decir inhiben la fotosíntesis y tiran la hoja, pero al hacerlo inhiben también la actividad enzimática, su sistema inmunológico. El problema es que después no llega el invierno, sino sigue el verano y después el otoño, y las bacterias que pueden hacer enfermar a los árboles siguen vivas.

"Es lo que llamamos estrés térmico", explica. Aunque en situaciones normales se llega a esa situación con temperaturas de 55 o 60 grados, en el País Vasco se han superado en ocasiones los 40 grados. "Hay que tener en cuenta que 16 horas a 38 o 40 grados hace que las hojas más altas alcancen esa temperatura crítica y poco a poco va afectando a todo el árbol", explica Cerdán.

Robles y hayas

Según este especialista, a los robles les está afectando de manera especial, y en Álava esta especie está presente en 38.433 hectáreas de las 108.042 totales de arbolado. En Álava las frondosas doblan a las coníferas, con 70.199 hectáreas frente a las 31.958. Y de las frondosas la especie más numerosa es el roble, seguido del haya, con 30.404 hectáreas, y a mucha distancia los chopos con 280 hectáreas y los castaños con un total de 41, según datos del Inventario Nacional Forestal.

Si al problema estrictamente meteorológico se le suma que en algunas zonas la capa vegetal es más fina y las raíces tienen menos recursos, y que además en verano a la agresión del calor hay que sumarle la avalancha de gente de vacaciones, el problema se agranda. "Pero creo que lo peor está por venir. No en cuestión de calor, sino por las enfermedades que pueden afectar mucho más a los arboles en los próximos meses, al quedarse indefensos", explica Cerdán.

En el caso de los frutales o de la vid, el calor afecta fundamentalmente al fruto, porque la mayoría son de regadío y la hoja aparece frondosa. Pero el fruto reacciona con un menor tamaño y cambiando los ciclos de azúcar hacia más o menos dulce, dependiendo del árbol. Una de las zonas menos afectadas de todo el País Vasco es el entorno de los pantamos de Vitoria por la evaporación de agua, que llega a la hoja.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de agosto de 2003