Alguna razón habrá para que Toni Elías pase un mal rato cada vez que entra en una curva. Algún motivo existirá para que su Aprilia sea tan rígida a la hora de girar. O igual el problema está en el corredor. Seguro que su equipo estará investigando las causas. Y revisará al detalle la telemetría para saber, por ejemplo, por qué ayer perdió un tiempo precioso al hacer varias trazadas por el sitio más complicado. De momento, nadie dice esta boca es mía. Lo hace el propio piloto, que más de una vez se ha quejado de la máquina. Con ella ha ganado dos grandes premios y con ella ha perdido más de uno. El último, el de ayer en Brno.
Fue segundo Elías en los 250cc, tras el francés Randy de Puniet. Un puesto de mérito pero algo descafeinado. Porque durante toda la carrera el más fuerte fue él. Se mantuvo tercero durante un buen trecho, a la expectativa, y justo en el ecuador de la prueba, en la décima vuelta, pasó a la acción. Adelantó espectacularmente al sanmarinés Manuel Poggiali y, a renglón seguido, a De Puniet. Y en el siguiente giro marcó la vuelta más rápida. Entonces oyó un estruendo en la parte trasera de su moto. Desaceleró y fue rebasado por sus dos perseguidores.
Optó Elías por no forzar hasta el tramo final. En la vuelta 18ª cogió el liderato, pero de inmediato se coló en una curva. Logró reponerse y en el último giro volvió a coger la cabeza. Pero de nuevo dibujó la trazada equivocada. Empeñado en vigilar a Poggiali, al fin y al cabo el líder del Mundial, dejó marchar a De Puniet. Y cuando se lanzó a por él se encontró con un terreno ascendente, con un imposible, y tuvo que conformarse con un segundo puesto magnífico y amargo a la vez.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 18 de agosto de 2003