"¡No puede ser, no puede ser!", parecía decir Beckham, mientras caminaba hacia el vestuario de Mestalla, en el descanso. Meneaba la cabeza y fruncía el seño. Es lógico. Si cuando tenía 10 años doblaba las camisas sucias antes de dárselas a su madre para que las lavara, ¿cómo no iba a sentirse frustrado después de lanzar un córner tan malo?
El primer lanzamiento a balón parado -en España- del mejor lanzador del mundo fue un espectáculo de chocante vulgaridad. Fuere por la lluvia, por la agresividad del público levantino, tanto más insultante que la afición china, o porque intentó buscar un compañero libre de marca en el primer palo, lo cierto es que el inglés envió la pelota rasa, directamente del córner a un jugador del Valencia.
No era un buen día para lucirse, mucho menos en el centro del campo del Madrid. Dos factores jugaron en contra del ex volante del Manchester: primero, el trabajo físico de la semana pasada dejó a muchos jugadores cansados, incluido él; segundo, las condiciones extremas en que debe vivir un mediocampista en un equipo en el que todos quieren ser delanteros. El Madrid se parte y, ante la evidencia de que nadie baja, Beckham se deja llevar por el oficio. Es el jugador que más metros recorre en defensa.
Beckham tampoco tuvo suerte con Carboni en su zona. El italiano no está para contemplaciones y si el inglés no es un hombre dado al desborde, ayer mucho menos. Sólo en una ocasión llegó a pisar el área de Palop entrando por la derecha, después de un pase largo de Roberto Carlos. Alcanzó a cabecear pero con un jugador colgado a la chepa: el propio Carboni.
Otros detalles de la presentación española de Beckham pasarán a la historia sin ser relevantes. A saber, no cambió de look, persiste en las dos coletas. Le mostraron cartulina amarilla por un plantillazo a Vicente. Al defender la salida de un córner, Ayala le propinó un codazo. Marchena, por su parte, fue el primero en derribarle de una patada. En ambos casos respondió a su agresor con indiferencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 18 de agosto de 2003