Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra

Lamela apunta al oro de París

El asturiano logra un salto de 8,53 metros, la mejor marca del año, a una semana del mundial

Yago Lamela saltó ayer 8,53 metros y se colocó en la primera línea de favoritos para el oro en los próximos Mundiales de Atletismo de París. Con este salto el español hizo su segunda mejor marca, tras el 8,56 de 1999, y consiguió el mejor salto del año. Lo hizo en su campo de entrenamiento habitual, en Castellón, en el último control antes de los Mundiales, que comienzan el próximo fin de semana. Su entrenador, Rafael Blanquer, se apresuró a anunciar éxitos: "Después de esta marca Yago viaja a París para ser campeón del mundo".

Superada la barrera del 8,50, Lamela entra en la órbita que abandonó en 1999, el año de su irrupción prodigiosa en una disciplina hasta entonces inhóspita para los atletas españoles. Aquel año Lamela hizo 8,56 metros en los Mundiales de pista cubierta de Maebashi, en Japón -aún conserva el récord europeo en esta modalidad-, y luego consiguió la plata en los Mundiales de Sevilla, al aire libre. A partir de entonces, su carrera se oscureció paulatinamente. La falta de perspectiva, las lesiones, el cambio de entrenador y el estrés de la competición le terminaron por mermar. El peregrinaje desde Asturias a Madrid en busca de nuevos aires, y de Madrid a Valencia, coincidió con una depresión anímica y de resultados que duró más de dos años. En 2001 tocó fondo con saltos que no pasaban de los 8,17.

El salto de ayer confirma que Lamela se encuentra en la línea de progresión emprendida tras la temporada invernal. El saltador obtuvo el segundo puesto en los Mundiales de pista cubierta de Birmingham, en marzo, y saltó 8,44 metros el pasado junio, en Bad Langenzsalzen (Alemania). Entonces, Blanquer aseguró que el protocolo se cumplía según lo esperado. Que el saltador estaba ajustando la fuerza y la velocidad y todavía quedaba por entrenar la técnica. Durante los últimos meses Lamela ha ejercitado la coordinación entre carrera y batida, y el vuelo, su punto más flaco a la hora de competir con talentos naturales, como Pedroso.

Dicen que Lamela tenía los 8,80 metros en sus piernas, pero esas expectativas se rompieron en la temporada fatídica de 2000. El año olímpico significó el fracaso deportivo. Acudió a Sydney a sabiendas de que no daría la talla, después de una lesión muscular. Hizo una marca pobrísima: 7,89. Luego rompió con el entorno provinciano que le lanzó a la fama. Abandonó a su descubridor, Juanjo Azpeitia y se fue a Madrid a trabajar con Juan Carlos Álvarez, en las pistas del INEF.

"Debe saber ser paciente", repetía Álvarez. "Saber ser paciente. Confiar en que los rastros de las lesiones desaparecerán, saber que hay que esperar, que cuando junte todos los elementos, cuando se unan otra vez la fuerza y la velocidad, y los isquiotibiales dejen de molestarle, que cuando salga el potencial, el resultado está garantizado".

Lamela no duró mucho en Madrid y se trasladó a la escuela de Blanquer, que propuso otras alternativas a una recuperación que parecía improbable. "Me preocupó un día que vino a competir a Valencia", dijo Blanquer. "Venía con el pelo rapado, como abatido, nada que ver con el atleta de antes, el de la melena al viento y el gesto decicido".

Con Blanquer, que poco a poco lo sacó del pozo anímico, llegó la progresión. En los Europeos de pista cubierta de 2002 saltó 8,17 metros y consiguió la medalla de plata. En los Campeonatos de Europa, en Múnich, obtuvo el bronce. No era el saltador apabullante de sus mejores días pero emitía señales de genio y se mostraba más seguro y más tranquilo a la hora de competir.

Con su salto de ayer en Castellón Lamela se ha quedado a sólo tres centímetros de su récord personal de 1999. Ayer, el viento favorable no era fuerte. Un metro y tres centímetros por segundo no es una velocidad significativa. La marca es válida y lo coloca en la cima del ránking mundial. Supera a la conseguida en junio por los estadounidenses Stringfellow (8,45 metros) y Pate (8,46), únicos atletas que le habían superado este año. Pero sobre todo, supone la recuperación total después de una época que se le hizo interminable. Ahora sólo le queda probarse en París.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 19 de agosto de 2003