George W. Bush recibió las noticias de Bagdad mientras jugaba al golf cerca de su rancho, en Tejas. Inmediatamente se improvisó en un hangar un pequeño escenario para que el presidente, ya en traje y corbata y con el rostro sombrío, leyera una alocución en la que prometió que Estados Unidos no se dejaría amedrentar por el terrorismo y prevalecería "ante cualquier dificultad". El secretario general de la ONU, Kofi Annan, condenó la "violencia asesina" y afirmó que el personal de Naciones Unidas desplazado a Irak no tenía otro objetivo que "ayudar al pueblo iraquí a recuperar su independencia y su soberanía bajo líderes libremente elegidos".
Annan y otros altos cargos de la ONU subrayaron que su presencia en Irak era imparcial y no tenía otro objetivo que acelerar en lo posible la vuelta a la normalidad y el fin de la ocupación. Cuando se conoció la noticia de la muerte de su delegado personal, Sergio Vieira de Mello, Annan emitió un comunicado en el que señalaba que "ningún golpe podía haber herido tan profundamente" a la ONU y a él mismo como el fallecimiento de Vieira de Mello.
"Esos asesinos no decidirán el futuro de Irak", dijo en su alocución el presidente de Estados Unidos. Bush telefoneó al secretario general de la ONU, Kofi Annan, para expresarle sus condolencias. En su discurso desde su rancho en Crawford, el presidente Bush apenas hizo referencia a Estados Unidos y a su papel hegemónico como fuerza de ocupación. Aprovechó que el ataque había afectado al símbolo de la presencia internacional en Bagdad, más allá de las llamadas "potencias ocupantes", para transmitir la idea de que el terrorismo no se dirigía específicamente contra el Gobierno de Washington, sino contra todo el "mundo civilizado". "Esos asesinos no determinarán el futuro de Irak", dijo, "prevaleceremos frente a cualquier dificultad". "Cada señal de progreso en Irak aumenta la desesperación de los terroristas y de los restos del brutal régimen de Sadam Husein". "Por sus tácticas y sus objetivos, esos asesinos demuestran una vez más que son enemigos del mundo civilizado. Y el mundo civilizado", añadió, "no se dejará intimidar". "Los terroristas", añadió, "son los enemigos del pueblo iraquí, y de toda nación que intenta ayudar al pueblo iraquí".
La euforia del 1 de mayo, el día en que Bush se disfrazó de piloto militar para aterrizar a bordo de un avión de combate en la cubierta de un portaaviones y gritar "misión cumplida" ante las cámaras de televisión, se disipó hace ya algún tiempo. En aquel discurso, el presidente de EE UU proclamó "el fin de los combates" en Irak y, de forma implícita, el definitivo éxito de la invasión y la destrucción del régimen de Sadam Husein. El jueves pasado, en una entrevista concedida al Servicio de Radiotelevisión de las Fuerzas Armadas, Bush se vio obligado a precisar que a finales de abril habían concluido "las grandes operaciones militares", pero no los combates, ante la obviedad de que los soldados estadounidenses seguían luchando y muriendo diariamente en Irak.
El atentado contra la sede de la delegación de la ONU en Bagdad confirmó los temores expresados por el virrey de Bush en Irak, Paul Bremmer, sobre el riesgo de que de forma inminente se produjeran acciones terroristas de alta gravedad en el país. La explosión reveló también que, por debajo de las condolencias y los contactos formales entre Washington y Nueva York, arreciaban las tensiones que prácticamente desde la llegada de George W. Bush al poder subyacen en la relación de la organización internacional con la Casa Blanca y el Pentágono.
Los portavoces de Naciones Unidas resaltaron una y otra vez que los delegados del organismo en Irak no tenían otra seguridad que la proporcionada por Estados Unidos, cuyas tropas componían la gran mayoría de las fuerzas ocupantes. La seguridad del hotel Canal demostró ser muy insuficiente.
El Pentágono se apresuró a precisar que asumía la responsabilidad de la seguridad genérica en Irak, pero indicó que el recinto donde se alojaba el personal de la ONU estaba protegido por "personal contratado" por la propia organización. La semana pasada, Estados Unidos descartó conceder a Naciones Unidas cualquier tipo de participación directa en la estabilización de la sociedad iraquí, pese a las peticiones en ese sentido formuladas por otros países miembros del Consejo de Seguridad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 20 de agosto de 2003