Woody Allen escribió esta comedia en un acto y la publicó en un libro entre otros relatos y ensayos. Más tarde salió de ella una película que se llamó Sombra y niebla, si mal no recuerdo, que interpretó pero no dirigió. Es la historia de un hombre que en medio de su sueño es despertado por un pelotón de vigilantes de barrio, en medio del miedo imperial de Nueva York, para localizar a un asesino.
En la obra se puede uno encontrar con algunas reflexiones sobre un misterioso plan que se sigue y no se sabe por qué y cómo es, referencias a Dios, sobre todo a su ausencia, y la muerte: el título le da ese protagonismo a la idea.
Víctor Conde ha añadido a la obra algo de la película, ha colocado decorados del estilo expresionista alemán (las ventanas iluminadas de Murnau), música de Kurt Weill para repetir aquella época y ha encontrado un actor, Ramón Molins, que es muy capaz de imitar a Woody Allen y a su voz en el doblaje español. No sé si es o no buen actor, porque no le he visto otras veces: sé que es muy imitador, y no me parece muy buena idea del director o de él porque el espectáculo se reduce a una imitación que se sigue con más interés que el barullo de personajes nocturnos y que la calidad de las frases.
La muerte
De Woody Allen. Versión y dirección de Víctor Conde. Música de Kurt Weill y de Irving Berlin. Intérpretes: Ramón Molins, Oriol Úbeda, Ángel García Suárez, Marta Bayarri, Manuel Solas, Xenia Reguant, Ángel Amieva. Escenografía: Eloy Linuesa. Vestuario: Blanca Ferré. Dirección: Víctor Conde. Teatro Arlequín. Madrid.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 21 de agosto de 2003