Hay quien opina que una buena manera de acercarse a un idioma es conociendo sus refranes. Ya saben: esos dichos de los que tanto se abusa. Cada país tiene los suyos, pero es recomendable no traducir literalmente los del idioma vernáculo, ya que lo más probable es que no puedan homologarse a nuestra realidad. Ahora que no nos oye nadie: el refrán está sobrevalorado. Curas, políticos y padres de familia suelen recurrir a estas sentencias para convencer a fieles inestables, electores tránsfugas e hijos díscolos con una filosofía típica de quienes carecen de argumentos para justificar sus decisiones y echan mano de moralejas que, en su día, nadie se atrevió a registrar en la Sociedad General de Autores. Si el extranjero memoriza dos docenas de refranes, pues, tendrá instrumental suficiente para dar el pego. Eso sí: quedará como un (nunca mejor dicho) redicho. Si estarán bien vistas estas sentenciosas frases que incluso el gran Cervantes, en su best seller globalizado Don Quijote de la Mancha, aprovechó los diálogos del psicodélico caballero andante y su fiel escudero para meter una cuña que recoge Luis Iscla en su indispensable Refranero de la vida humana: "Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque son todos sacados de la misma experiencia, madre de las ciencias todas".
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Si, víctima de un subidón de celo, el visitante profundiza en el sentido de esta fraseología, verá que hay un refrán para cada situación y que su éxito se basa en un oportunismo patológico y moralmente abyecto. Lo peor de esta plaga es cuando la temática refranera se refiere a España. Siendo ya éste un tema delicado, que genera simétricos entusiasmos y rechazos (España es una idea, dicen algunos: mal empezamos. España es una verdad innegociable, añaden otros: peor todavía), sólo faltaba la sabiduría popular para acabar de confundir las cosas. En este ámbito, los refranes abundan y, como suele ocurrir, se contradicen los unos a los otros cual tertulianos de Moros y cristianos. Tomemos uno al azar: "En España hay dos Españas: una que cobra y otra que paga". Se trata de una obviedad, ya que, en todos los países, siempre hubo quien trabajó y cotizó para que otros pudieran evadir alegremente sus impuestos. Reducida a refrán, esta realidad puede parecer ancestral, pero sus secuelas perviven. Sobre estas categorías de españoles de pago o de cobro, les propongo dos reflexiones, una inteligente, y la otra menos. La inteligente la escribió Jaume Perich, un humorista al que se echa de menos, y dice: "Se confirma que hay dos Españas: el sector crítico y los que mandan". La segunda es una aportación de Jesús Gil, ex presidente oficial y propietario oficioso del Atlético de Madrid, político retirado y prodigio epidérmico. Cuando un grupo de aficionados anunció su deseo de adquirir la mayoría de acciones del club, el jinete de Imperioso respondió: "No pienso vender el club a unos mindundis y sí a unos paganinis".
Ejercicio del día: mírese al espejo y responda a la filosófica pregunta de si pertenece usted a la familia de los Paganinis o a la de los Mindundis. Ejemplo de familia Paganini: los Corleone.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 21 de agosto de 2003