EN EL LECTURAS me topo con Schwarzenegger. Estoy muy a favor de su candidatura a gobernador de California, y ya he empezado los trámites para empadronarme en esa tierra fértil, productora de nueces. Les diré por qué. He leído que, mientras dure la campaña electoral, "los filmes de Schwarzenegger han sido prohibidos en las teles generalistas porque podrían constituir publicidad electoral". (¿Publicidad positiva o negativa?). Es una idea que aplaudo. Quiero ser californiana. Y no es que no me guste Conan. Me encanta. Es por el precedente. Ahora, sólo se trata de luchar para que otros actores y directores sensibles hagan carrera política. Pienso sobre todo en Kenneth Branagh y Robin Williams. Yo estoy dispuesta a sacrificarme. Si se presentan a gobernadores, durante sus campañas electorales soportaré que se reponga El Club de los Poetas Muertos y Hamlet. Superaré como pueda saber que en la tele, durante unos meses, no oiré a Branagh gritando lo de: "¡Yo amaaaba a Ofeeeelia!", ni a Williams susurrando: "Caaarpe diiiiem". Los bondadosos Michael Moore y Roberto Benigni, por cierto, también serían grandes políticos.
Pero, en realidad, si me he fijado en la noticia de Schwarzenegger ha sido por el titular. Hacer un titular apañado y gracioso con lo de Schwarzenegger es casi inevitable. Pero los del Lecturas han ido más allá. Han titulado: De 'Terminator' a 'Governator', no sé si lo pillan. Me acuso de ser propensa al titular graciosete, pero ahora me doy cuenta de que todo tiene un límite. Le pediría a Arnold que, cuando gobierne, cree una policía que regule nuestros excesos periodísticos. Los plumillas necesitaríamos que, al escribir la columna, Conan I estuviese siempre a nuestra espalda, para evitar según qué frases. Que, cada vez que tecleásemos una expresión como "la envidia es el deporte nacional", Conan I (o Conan II, que para el caso es lo mismo) nos diese un sopapo. Ya lo estoy viendo. En la prensa no volvería a haber un "espectáculo dantesco", ni ninguna otra "situación kafkiana". Ya no hablaríamos de "españolitos de a pie", ni de "la caja tonta", y Joaquín Sabina no volvería a ser el "trovador urbano". Eso significaría, concretando, que el presentador de Salsa rosa, Santiago Acosta, se estaría pudriendo en la cárcel, y a sus seguidoras sólo nos quedaría el consuelo de mandarle cigarrillos. Recuerden que la semana pasada dijo que los colaboradores de su programa están "disfrutando de un merecido descanso". Acosta sería el cabeza de turco, porque el sistema penitenciario no está preparado para acoger a todos los que usan esta expresión. Carmina Ordóñez se encontraría bajo arresto domiciliario, por haber declarado en el Lecturas que este verano quiere "recargar las pilas". Y los del Informe semanal condenados a trabajos forzados por haber comparado la ciudad de Nueva York -en su reportaje del sábado pasado sobre el apagón- con "un gigante con pies de barro". También irían a la cárcel todos los que transmiten de padres a hijos, generación tras generación, un titular que sirve para cuando un equipo de fútbol español golea en Liverpool: "Qué noche la de aquel día".
¿Se dan cuenta? Con este nuevo orden mundial, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, descansaría, porque nadie podría escribir titulares sobre él, haciendo chistes del tipo: Un Kofi muy cargado. También descansarían los artistas Rafael Amargo y Julio Bocca, los pobres. Nunca más tendrían que leer críticas sobre su trabajo, con titulares tan innovadores como: Un espectáculo nada Amargo o Con la Bocca abierta. Pero el más beneficiado sería el futbolista Gabi Milito. Se acabó el Gabi, Milito y Ronaldito, que pudimos leer no hace mucho, o el Gabi, Milito... y faltaba Fofito. De todas formas, ni el policía Schwarzenegger podría enfrentarse a los titulares de otro policía. Nos referimos al incomparable Manuel Giménez. Es ese agente de pelo cano, que se parece a Leslie Nielsen (el de Aterriza como puedas) y que escribe en la revista de crímenes Así son las cosas. Cómprenla y asómbrense con sus titulares, que son de otro mundo. Eché de casa al cerdo es uno de los que nos ofrecen en el número pasado. No es que una señora haya expulsado a un gorrino del domicilio familiar; el cerdo es el esposo. También titulan, muy acertadamente, Las puñaladas del odio, porque, cuando apuñalas, suele ser ese el sentimiento que te domina. O Lucía, cinco veces desgraciada, sobre la noticia de una señora que perdió a cinco familiares.
Eso me hace pensar en un cuento precioso de Mario Benedetti llamado Musak. El personaje principal, periodista, explica: "Yo me manejo con metáforas. No pongo el hecho escueto, sino la imagen sugeridora. Te doy un ejemplo. Si un tipo le da a otro cinco puñaladas, yo no escribo como cualquier cronista sin vuelo: El sujeto le propinó cinco puñaladas. Eso es demasiado fácil. Yo escribo: Aquel prójimo le abrió tres surcos de sangre. ¿Captás la diferencia? No sólo le añado belleza descriptiva, sino que además le rebajo dos puñaladas, porque, paradójicamente, así queda más dramático, más humano. Un tipo que da cinco puñaladas es un sádico, un monstruo; pero uno que sólo asesta tres es alguien que tiene un límite, es alguien que siente el aguijón de la conciencia". Cosas así, dan ganas de vivir.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 24 de agosto de 2003