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MUERE UNA ESTRELLA DEL CINE Y LA COPLA

Dulces horas del ayer

Eran tan rigurosos el novelista Armando Palacio Valdés y el director de cine Florián Rey que le hicieron pruebas de canto para la versión muda de La hermana San Sulpicio, allá por 1927. Imperio cantaba y bailaba desde niña y superó la prueba con tal éxito, que inmediatamente fue contratada para otras películas, tanto en España como en Berlín o París. El público se había entusiasmado con su alegría y frescura, con aquella "elegancia elemental" de la que hablaba Falla, y fue disputada como compañera de reparto por grandes figuras del momento, entre otros, Maurice Chevalier y Carlos Gardel, con quien incluso interpretó una canción, privilegio que no tuvo ninguna otra mujer. Imperio Argentina no era una folclórica al uso, sino una estrella cuya voz y presencia se adaptaban con ductilidad a múltiples registros.

El tándem formado con Florián Rey, su marido desde la primera película, produjo los mayores éxitos que el cine español había conocido. En 1935, al borde de la Guerra Civil, y tras el triunfo de Nobleza baturra, realizaron la que sería su película más emblemática, Morena Clara, de repercusión tan extraordinaria que siguió proyectándose durante la contienda en las dos Españas a la vez. Huyendo de la guerra, y especialmente invitados por Hitler, Imperio y Florián filmaron en Berlín Carmen la de Triana (1938), posiblemente su mejor película, en la que la actriz dobló sus propias canciones al alemán. Invitados a continuar trabajando en Berlín con La canción de Aixa (1939) tuvieron menor fortuna. Este coqueteo político no impidió que fuera reclamada luego por Jean Renoir (asistido por Luchino Visconti) para rodar en Italia Tos ca (1940), aunque el director, llamado a filas, fuera finalmente sustituido por el menos brillante Carl Koch.

El trabajo de la pareja en la Alemania nazi no fue olvidado por el público norteamericano que, años después de acabada la guerra, pretendió boicotear la actuación personal de Imperio Argentina en el Carneggie Hall de Nueva York. Fue entonces, según dice la leyenda, cuando la esposa del presidente Roosevelt confesó públicamente su admiración por la artista española, al igual que Tennessee Williams en el New York Times, y que fue en aquel teatro donde un jovencísimo Fidel Castro le hizo el homenaje de un dibujo. Todos la admiraban. Desde Benavente, que le había sugerido el nombre artístico de Imperio Argentina, pasando por Marlene Dietrich, que la cortejaba, Juan Ramón Jiménez, que le enviaba flores, Jean Cocteu o Francis Picabia, que la pintaron, Colette, que le mandaba regalos a cambio de alfajores... Difícil encontrar en la historia del cine español una estrella que haya concitado tal unanimidad.

Su regreso a la España de Franco no fue, sin embargo, tan dulce. Separada de Florián Rey, se unió a Rafael Rivelles, compañero de reparto en Carmen la de Triana, amorío muy mal visto por la moral de la época. Comenzó entonces un declive profesional que la condujo de nuevo a Argentina, donde intervino en varias películas. En España, tras el fiasco de la costosísima Goyescas (1942), otras artistas estaban intentando ocupar su puesto. No fue hasta el Festival de San Sebastián de 1962 cuando los jóvenes críticos la descubrieron en una retrospectiva dedicada a Florián Rey. Invitada de inmediato, fue aclamada por propios y extraños (en Cahiers du Cinéma, sin entender nada, llegaron a calificarla como "la Cyd Charisse del cine español"). Aunque acababa de intervenir en la versión cinematográfica de la popular novela radiofónica Ama Rosa (1960), este reconocimiento de las nuevas generaciones estimuló a Mario Camus a ofrecerle un personaje en Con el viento solano (1965); más tarde, José Luis Borau con Tata mía (1986), y Javier Aguirre con El polizón del Ulises (1987) cerraron su filmografía.

Actriz, cantante, bailarina, Imperio Argentina logró hacer grande el difícil arte de la sencillez. Ídolo de masas desde su primera película, figura clave en el cine español, sus triunfos, aunque lejanos, son parte de nuestra historia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 24 de agosto de 2003