La actitud del presidente Aznar respecto del envío de soldados españoles a Iraq ya ronda lo surrealista. No sólo no piensa responder ante el Parlamento ni la sociedad española, amparándose en el ¿mandato? de pacificación de la ONU sino que ya descalifica cualquier crítica con un feroz ataque preventivo a la oposición acusándola de hacer demagogia con los posibles féretros. Asimismo elude cualquier responsabilidad y todo probable suceso lo atribuye a la "desgracia", obviando que ha sido su decisión personal la que ha puesto a los soldados españoles en tan expuesta situación. ¿Quién es aquí el verdadero irresponsable?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de agosto de 2003